Columna

Federalismo o catalanismo

El espíritu que trajo el autogobierno no es el mismo que se precisa para traer la España federal y pluralista

Pleno del Parlament de Cataluña. DAVID ZORRAKINO (Europa Press)

Ha dicho el presidente González que la única salida seria de nuestra crisis política pasa por la federalización del país. Es algo con lo que tiendo a estar de acuerdo, bien entendido que —en la sintética fórmula de Joaquim Coll— no es lo mismo federalizar España que federar España a Cataluña. Se trata de un equívoco frecuente que proviene, a mi entender, del hecho de que en democracia el federalismo se ha querido vender a los españoles amalgamado con otra doctrina, el catalanismo, con la que hay razones para pensar que ha llegado a ser incompatible. Corro a explicarme.

Existe en Cataluñ...

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Ha dicho el presidente González que la única salida seria de nuestra crisis política pasa por la federalización del país. Es algo con lo que tiendo a estar de acuerdo, bien entendido que —en la sintética fórmula de Joaquim Coll— no es lo mismo federalizar España que federar España a Cataluña. Se trata de un equívoco frecuente que proviene, a mi entender, del hecho de que en democracia el federalismo se ha querido vender a los españoles amalgamado con otra doctrina, el catalanismo, con la que hay razones para pensar que ha llegado a ser incompatible. Corro a explicarme.

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Existe en Cataluña la creencia convencional de que el catalanismo es algo distinto del nacionalismo catalán, y que por tanto puede ser lugar de encuentro de catalanes nacionalistas y no nacionalistas. Siempre he creído que esta tesis es falsa, lo sepan o no sus proponentes. La praxis de los gobiernos tripartitos liderados por el PSC en nada se distinguió de la nacionalista ortodoxa: presentar a Cataluña como una sociedad agraviada a la que el Estado siempre debe algo. Se logra así instalar a los catalanes en una frustración colectiva autoinducida: en lugar de vivir sin agobios su doble condición de español y catalán, a través de su educación catalanista el catalán vive su parte española como algo problemático y necesitado de permanente revisión, lo que pudo tener sentido en el pasado pero no en la España democrática del 78. Tras haber creado el malestar que denuncia, el catalanismo se presenta como su remedio, sin reparar en que, como en los trastornos que los médicos llaman facticios, los síntomas son reales pero la enfermedad no.

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Desde esta actitud hipocondriaca y recelosa no puede construirse la identidad dual, resuelta y robusta, necesaria para producir una lealtad federal, del tipo que acepta sin problemas que una parte del poder se ejerce por uno mismo (self rule) y otra en común (shared rule). Esto se ve bien en el hecho de que los federalistas de tipo catalanista jamás informan de los poderes que desean que retenga el nivel federal; los quieren todos para ellos. Recordemos que Pasqual Maragall ya presumió de que el Estatut hacía la presencia del Estado en Cataluña “residual”. Muy bien, pero eso no es federalismo, como tampoco la ofuscada negativa a que en Cataluña se pueda estudiar en ambas lenguas.

Tengo amigos catalanistas con los que discuto estas cosas. Han sido opositores del procés, pero son la excepción. Lo normal ha sido pasar del catalanismo al independentismo. Parece lógico, porque es difícil hacer construcción nacional sin que la gente te pida un Estado independiente. Yo llevaría a gala en mi biografía un pasado catalanista. Fue militancia en otro tiempo necesaria. Pero el espíritu que trajo el autogobierno no es el mismo que se precisa para traer la España federal y pluralista: las comunidades de referencia son distintas; en un caso Cataluña, en otro España como comunidad ampliada.

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