El fin de la anomalía solar

Con el decreto que permite y potencia el autoconsumo eléctrico mediante placas fotovoltaicas España podrá recuperar el terreno perdido

Instalaciones fotovoltaicas en el club náutico de l'Estartit. Pere Duran

El viernes se puso fin de una anomalía escandalosa: el castigo y persecución de la energía solar en España. Mientras Alemania tiene más de 1,8 millones de instalaciones fotovoltaicas de autoconsumo y el nublado Reino Unido ha superado ya las 800.000, en España apenas han crecido en los últimos años. Pero si en esos países resulta rentable instalar placas fotovoltaicas en los tejados, mucho más puede serlo aquí. El Gobierno acaba de poner fin a esa anomalía con un decreto que relanza el autoconsumo eléctrico, cuyo desarrollo se interrumpió de golpe cuando el Gobierno de Mariano Rajoy cambió la ...

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El viernes se puso fin de una anomalía escandalosa: el castigo y persecución de la energía solar en España. Mientras Alemania tiene más de 1,8 millones de instalaciones fotovoltaicas de autoconsumo y el nublado Reino Unido ha superado ya las 800.000, en España apenas han crecido en los últimos años. Pero si en esos países resulta rentable instalar placas fotovoltaicas en los tejados, mucho más puede serlo aquí. El Gobierno acaba de poner fin a esa anomalía con un decreto que relanza el autoconsumo eléctrico, cuyo desarrollo se interrumpió de golpe cuando el Gobierno de Mariano Rajoy cambió la normativa para imponer un peaje, el llamado impuesto al sol, y tales restricciones en el aprovechamiento de la energía obtenida que estranguló el mercado. La energía captada no utilizada se perdía, con lo que la amortización de la inversión se alargaba hasta límites disuasorios en beneficio de las eléctricas, que aprovechaban sin coste el excedente.

Solo un voluntarismo muy militante por razones ecológicas podía alimentar un sector que en otros países contaba con el apoyo decidido de los respectivos Gobiernos. Lo ocurrido es un ejemplo de mal gobierno, aquel que antepone los intereses particulares de una minoría, normalmente muy poderosa, al interés general. Las eléctricas ya gozan en España de un sistema tarifario tan generoso que permite que facturen la luz al precio de la fuente de producción más cara necesaria para satisfacer la demanda cada hora. Como además las grandes eléctricas tienen diversas fuentes de producción —hidroeléctrica, nuclear, de ciclo combinado, etcétera—, pueden jugar con ellas. El resultado es que la factura de la luz en España es de las más altas de Europa. Eso no solo lastra la competitividad económica; castiga a todos los consumidores, y especialmente a los de renta más baja, que tienen que dedicar mayor proporción de sus ingresos a un bien esencial como la luz.

El fin de la anomalía permitirá recuperar el terreno perdido. Europa logró superar en 2016 los 100 gigavatios (GW) procedentes de energía solar y tiene como objetivo alcanzar los 200 en 2020. Según Solar Power Europa, en 2018 se conectaron a la red 8 nuevos GW de energía fotovoltaica, un 36% más que en 2017. Para tener una idea de lo que eso significa: la mayor central nuclear de España, la de Trillo, tiene una potencia instalada de 1 GW y produce unos 8.500 Gwh de energía al año.

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