Los retos de la migración

Se precisan ambiciosas políticas migratorias desde los gobiernos de las sociedades de destino que, en vez de cerrar fronteras, apuesten por los derechos humanos y protejan a los migrantes

Un refugiado sirio besa a su hija mientras se acerca a la frontera entre Grecia y Macedonia en septiembre de 2015. YANNIS BEHRAKIS (REUTERS)

Los movimientos migratorios actuales representan el mayor flujo de personas desde la Segunda Guerra Mundial y por lo tanto, uno de los grandes temas de debate del siglo XXI al que se van a tener que enfrentar los gobiernos y los ciudadanos. Sus consecuencias, tanto para las sociedades de destino como para las de partida, hacen imprescindible una respuesta conjunta de la comunidad Internacional. Para que el impacto y los efectos de la migración sean positivos, se deberá abordar el reto desde tres elementos: la integración, la multiculturalidad y la convivencia.

La llegada de personas mig...

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Los movimientos migratorios actuales representan el mayor flujo de personas desde la Segunda Guerra Mundial y por lo tanto, uno de los grandes temas de debate del siglo XXI al que se van a tener que enfrentar los gobiernos y los ciudadanos. Sus consecuencias, tanto para las sociedades de destino como para las de partida, hacen imprescindible una respuesta conjunta de la comunidad Internacional. Para que el impacto y los efectos de la migración sean positivos, se deberá abordar el reto desde tres elementos: la integración, la multiculturalidad y la convivencia.

La llegada de personas migrantes puede resultar muy positiva, no solo para España, sino para el conjunto de los países europeos. En primer lugar, porque sociológicamente contribuyen al equilibrio de la pirámide poblacional: podemos afirmar que, en su mayoría, los migrantes son personas jóvenes que remedian el estancamiento del crecimiento demográfico en las sociedades europeas. En segundo lugar, desde el punto de vista económico, se puede argumentar que ayudan al crecimiento, puesto que están en edad de trabajar y no solo contribuirán a las arcas del Estado sino que, además, incentivarán el consumo. Y, en tercer lugar, la diversidad cultural permitirá dar a luz a sociedades mucho más ricas y plurales, propias del siglo XXI y capaces de luchar contra la creación de espacios de marginación y exclusión.

Se precisan ambiciosas políticas migratorias desde los gobiernos de las sociedades de destino que, en vez de cerrar fronteras, apuesten por los derechos humanos y protejan a los migrantes. Muchos de ellos se desplazan de forma irregular y se tienen que enfrentar al peligro de las mafias de tráfico de personas. Por ese motivo, es preciso prestar una especial atención a los grupos más vulnerables: los niños y las mujeres.

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Desde los países de la Unión Europea, se deberá liderar un movimiento a favor de la integración y la asimilación, basado en la cooperación, la solidaridad entre los países del entorno y la lucha contra el racismo y la desigualdad. De esta forma, emergerá una Europa formada por sociedades abiertas, democráticas e incluyentes.

Esta tribuna es una colaboración de un lector en el marco de la campaña ¿Y tú qué piensas?. EL PAÍS anima a sus lectores a participar en el debate. Algunas tribunas serán seleccionadas por el Defensor del Lector para su publicación.

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