El acento

El enredo de la productividad

No es que la subida del salario mínimo dañe a las empresas, sino que un gran número de ellas solo puede sobrevivir con sueldos bajos

Antonio Garamendi, presidente de CEOEJAIME VILLANUEVA

Cada intento de cambiar la aflictiva política económica combinada de ajuste fiscal con recorte de salarios obtiene como respuesta un espeso movimiento en profundidad, nacido de institutos, gabinetes de estudios y patronales que alerta con vehemencia sobre los males que sobrevendrán a la economía si se corrige o atenúa la austeridad. Véanse al respecto la presteza con que se han difundido informes que demuestran el daño que causará la subida del salario mínimo en el empleo juvenil o las jeremiadas para estigmatizar cualquier subida de impuestos. Con tanto tributo, “a veces no merece la pena tra...

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Cada intento de cambiar la aflictiva política económica combinada de ajuste fiscal con recorte de salarios obtiene como respuesta un espeso movimiento en profundidad, nacido de institutos, gabinetes de estudios y patronales que alerta con vehemencia sobre los males que sobrevendrán a la economía si se corrige o atenúa la austeridad. Véanse al respecto la presteza con que se han difundido informes que demuestran el daño que causará la subida del salario mínimo en el empleo juvenil o las jeremiadas para estigmatizar cualquier subida de impuestos. Con tanto tributo, “a veces no merece la pena trabajar”, asegura dolido el presidente de CEOE, Ángel Garamendi. El trompeteo ideológico resucitará con nuevos clarines apocalípticos después de las elecciones, gane quien gane, porque de lo que se trata para la ortodoxia organizada es de que las políticas excepcionales que han propiciado la desigualdad y la precariedad con la excusa de combatir la crisis se conviertan en inamovibles.

Estamos a la espera de que tanto atribulado por la subida del salario mínimo preste alguna atención a un factor que condiciona toda la política de rentas en España, que es la debilidad extrema, prácticamente anemia, de la estructura empresarial. Podría argumentarse, con sobrada razón, que no es que las subidas salariales perjudiquen la productividad de las empresas españolas, sino que lo exangüe de muchas de ellas obliga a que solo pueden sobrevivir pagando salarios muy por debajo de lo que recomiendan el buen sentido económico —con salarios míseros el consumo no acaba extraer todo su potencial— y la Carta Social Europea. ¿O es que no nos habíamos enterado de que el salario mínimo en España estaba muy por debajo del 60% del salario medio que define la Carta?

Pasen y vean. En España están inscritas en la Seguridad Social 1.346.629 empresas que emplean a 13.931.712 trabajadores. El 86% son microempresas, que ocupan una media de 2,7 trabajadores cada una. El 97,8% tiene menos de 50 trabajadores. En lugar de subrayar la fatalidad —los salarios que crecen por encima de la productividad generan despidos—, deberían proponerse modos de mejorar la estructura empresarial española. La política económica consiste en mejorar la relación empresas-salarios y no solo en acomodarse para siempre jamás al raquítico entramado presente.

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