Editorial

Tocados por el Brexit

El programa alternativo esgrimido por Corbyn no es para nada despreciable, sino simplemente inoportuno

Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista.HANNAH MCKAY (REUTERS)

A causa de una pésima gestión, el Brexit no solo ha quebrado la cohesión del Partido Conservador de la primera ministra Theresa May, sino que ha provocado también una escisión en el primer partido de la oposición, el laborista: siete diputados anunciaron el lunes que abandonaban la formación. No ha sido la salida del Reino Unido el único motivo por el que estos diputados han decidido crear un grupo parlamentario propio, lo que revela la profundidad de la crisis que padece el laborismo. Los siete representantes se fueron en buena parte por otro motivo: la detección de 45 casos de antisemitismo ...

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A causa de una pésima gestión, el Brexit no solo ha quebrado la cohesión del Partido Conservador de la primera ministra Theresa May, sino que ha provocado también una escisión en el primer partido de la oposición, el laborista: siete diputados anunciaron el lunes que abandonaban la formación. No ha sido la salida del Reino Unido el único motivo por el que estos diputados han decidido crear un grupo parlamentario propio, lo que revela la profundidad de la crisis que padece el laborismo. Los siete representantes se fueron en buena parte por otro motivo: la detección de 45 casos de antisemitismo entre sus filas, lo que les lleva a considerar esta lacra como “sistémica”. Ello viene a recuelo del torpe alineamiento de algunos líderes, que convierten la defensa de la causa palestina por Jeremy Corbyn en un manual de coartadas antijudías. Este asunto revela la preocupante conexión implícita de este espíritu con algunas fatales pulsiones del populismo europeo. En ese sentido, la reacción disidente constituye una buena señal de alarma. Su radical crítica de la política de Corbyn respecto del Brexit tiene todavía más recorrido. Los siete describen su oposición como ambigua, meliflua y poco clara. Y lamentan que no apoye el segundo referéndum, cuando hubo un compromiso sobre ello en el último congreso laborista.

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Sin embargo, los errores del laborismo no autorizan a efectuar una equidistante amalgama de responsabilidades entre el Gobierno y la oposición. Por más que este se haya mostrado indeciso e inane ante este reto, la principal culpa del desastre hasta ahora cosechado y proyectado por Londres recae en el partido tory: de David Cameron a Theresa May, de Boris Johnson a David Davis. Durante más de dos años tuvieron la posibilidad de diseñar un programa de retirada practicable y no hicieron nada a la espera de ponerse de acuerdo consigo mismos. Cuando parecía que alcanzaban ese estado de gracia, y la primera ministra firmaba el acuerdo de retirada con los negociadores de los 27, a las pocas horas lo tumbaban sus propios amigos en Westminster y reclamaban cambios a lo que estaba escrito sobre su propia firma. Tanta irresponsabilidad ha desembocado en un último forcejeo inútil de May, que pretende la modificación de la cláusula de salvaguarda irlandesa ya pactada.

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El programa alternativo de cinco puntos esgrimido por Corbyn (unión aduanera permanente, protección social, equivalencia de mercado único, permanencia en las agencias comunitarias y acuerdos claros de seguridad) no es para nada despreciable, sino simplemente inoportuno: por tardío y porque no suscita mayores adhesiones.

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