Columna

Colutorio

Los bloques informativos de la prensa tienen algo de las antiguas casas de fieras

Una mujer compra una revista en un quiosco madrileño.Álvaro García

Los telediarios, al tiempo de informar sobre la realidad, intentan enderezarla, cada uno desde su línea, claro, desde su concepción del orden. Cuentan el drama e indican sutilmente la fórmula para acabar con él. Podríamos decir que en el modo de contarlo se oculta la receta que los editoriales de la prensa de papel o digital muestran a las claras. Cada cual observa desde su punto de vista el árbol que se derrumba, y ofrece sus remedios para enderezarlo. Pero el árbol cae y cae a cámara lenta, ya se escucha el crujido indoloro de sus raíces al romperse. Suena como cuando te arrancan una muela c...

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Los telediarios, al tiempo de informar sobre la realidad, intentan enderezarla, cada uno desde su línea, claro, desde su concepción del orden. Cuentan el drama e indican sutilmente la fórmula para acabar con él. Podríamos decir que en el modo de contarlo se oculta la receta que los editoriales de la prensa de papel o digital muestran a las claras. Cada cual observa desde su punto de vista el árbol que se derrumba, y ofrece sus remedios para enderezarlo. Pero el árbol cae y cae a cámara lenta, ya se escucha el crujido indoloro de sus raíces al romperse. Suena como cuando te arrancan una muela con anestesia. Crash, crash, crash. Debería hacerme daño, piensas, mientras el ruido se transmite al oído interno a través de los huesos del cráneo. El mundo debería hacernos daño. Pero se celebra un encuentro entre el Real Madrid y el Atlético, o entre el Barça y la Juventus, y es como un chute de anestesia en plena encía. Nos seda.

Los bloques informativos de la prensa tienen algo de las antiguas casas de fieras. En esta jaula podemos ver la Cultura; en esta otra, la Política Nacional; después viene la Economía, aislada de la Política, como si fueran especies diferentes, cuando no incompatibles, y así todo seguido hasta llegar a la jaula de las Necrológicas, en la que nos miramos como en el espejo del ascensor, a ver cómo damos de muertos. Todas las jaulas expelen un narcótico contra el espanto porque toda nuestra política y nuestra economía y nuestra cultura y hasta nuestras necrológicas están atravesadas por el espectáculo. El denominador común de las jaulas en las casas de fieras era una fetidez que insensibilizaba al visitante. Ya está, dice el dentista, enjuáguese y haga gárgaras cada seis horas con este colutorio.

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