Leyendas urbanas y ciudades secretas: Praga y el Golem
Un paseo por el barrio de Josefov, el antiguo gueto judío, tras las huellas del monstruo de barro y el rabino Löw
Entre las miles de lápidas que se apiñan en el diminuto cementerio judío de Praga, hay una que señalan casi todas las guías y que atrapa la atención de los visitantes, que suelen depositar sobre ella guijarros y trocitos de papel con sus nombres y deseos. Es la que señala la tumba de Rabbi Liwa ben Bezalel, o Rabbi Löw (1520-1609), erudito, filósofo y astrólogo de la corte de Rodolfo II de Habsburgo, rey obsesionado con la astrología, la magia y la alquimia, bajo cuyo reinado Praga conoció su máximo esplendor. A Rabbi Löw se le atribuye la...
Entre las miles de lápidas que se apiñan en el diminuto cementerio judío de Praga, hay una que señalan casi todas las guías y que atrapa la atención de los visitantes, que suelen depositar sobre ella guijarros y trocitos de papel con sus nombres y deseos. Es la que señala la tumba de Rabbi Liwa ben Bezalel, o Rabbi Löw (1520-1609), erudito, filósofo y astrólogo de la corte de Rodolfo II de Habsburgo, rey obsesionado con la astrología, la magia y la alquimia, bajo cuyo reinado Praga conoció su máximo esplendor. A Rabbi Löw se le atribuye la creación de un enorme ser de arcilla —el Golem— al que dota de vida grabando en su frente la palabra hebrea emeth, que significa “verdad”. Este precursor del monstruo de Frankenstein posee una extraordinaria fuerza que pondrá al servicio de los habitantes del gueto, hasta que un día enloquece convirtiéndose en una ciega masa destructora. El rabino Löw invertirá entonces el conjuro borrando la primera letra de la fórmula mágica, que pasa a convertirse en meth, “muerte”.
Con algunas variaciones, la historia aparece recogida en varias antologías de cuentos praguenses, aunque fue el vienés Gustav Meyrink quien popularizó el mito, incorporándolo a la iconografía expresionista, con su novela fantástica Der Golem, publicada en 1915, en plena guerra mundial. El final del monstruo de barro es confuso. Según algunas versiones del cuento, Rabbi Löw ocultó los restos del Golem en algún lugar de la sinagoga Staronova, la más antigua de Praga, construida en 1270, donde aún sigue. Otros autores afirman que regresa cada 33 años a Josefov, el barrio judío, y también hay quien asegura haberlo visto vagar de noche entre las estatuas del puente Carlos, o subiendo “por calles silenciosas, sombrías, sin eco, hasta el pie de la elevada colina que corona el castillo de los reyes de Bohemia”.