Análisis

Al lehendakari se le estrecha el margen

Si el PNV llevara hasta sus últimas consecuencias una renovación estatutaria soberanista dividiría a la comunidad vasca y tendría enfrente al Estado

El lehendakari Íñigo Urkullu durante el Pleno de Política General.EL PAÍS

Al lehendakari Urkullu se le estrecha su margen de maniobra. Atrapado entre el pacto soberanista para la renovación del Estatuto alcanzado por su partido, el PNV, y Bildu en julio y su acuerdo de Gobierno con el PSE, así como su concertación con los Ejecutivos centrales, ayer trató de abrir el pacto estatutario a los partidos no nacionalistas en el debate de política general. Lo hizo con su estilo conciliador, limando los aspectos más agresivos de las bases pactadas con Bildu, y con un envoltorio sofisticado. Pero no lo logró. Su contenido claramente confederal, que conlleva una reforma del mo...

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Al lehendakari Urkullu se le estrecha su margen de maniobra. Atrapado entre el pacto soberanista para la renovación del Estatuto alcanzado por su partido, el PNV, y Bildu en julio y su acuerdo de Gobierno con el PSE, así como su concertación con los Ejecutivos centrales, ayer trató de abrir el pacto estatutario a los partidos no nacionalistas en el debate de política general. Lo hizo con su estilo conciliador, limando los aspectos más agresivos de las bases pactadas con Bildu, y con un envoltorio sofisticado. Pero no lo logró. Su contenido claramente confederal, que conlleva una reforma del modelo de Estado, no movió de sus posiciones críticas al PSE, Podemos y PP.

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El proyecto de renovación estatutaria ya está en manos de una comisión de expertos, cuyos miembros han sido elegidos por cada uno de los partidos parlamentarios vascos. Es prácticamente imposible que dicha comisión logre, en el plazo reglamentario de un año, conciliar el acuerdo soberanista de renovación estatutaria de PNV y Bildu con las propuestas no nacionalistas. Previsiblemente, dentro de un año, cuando el proyecto estatutario entre en su recta final, Urkullu y el PNV tendrán que optar por mantener el pacto soberanista con Bildu; acordar un nuevo Estatuto con los partidos no nacionalistas o aplazar el debate para tiempos mejores.

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El precedente de esta propuesta soberanista de nuevo Estatuto, el plan Ibarretxe, surgió en otro contexto. Fue una secuela tardía y fracasada de la marea independentista que resurgió en la Europa central y del este, tras la caída del muro de Berlín en 1989 y el desplome de la Unión Soviética y de Yugoslavia. Estamos en otra Europa. Hoy, la principal amenaza de una Unión Europea en crisis son los movimientos ultras y secesionistas. Si el PNV, de la mano de Bildu, llevara hasta sus últimas consecuencias una renovación estatutaria soberanista no sólo dividiría a la comunidad vasca; tendría enfrente al Estado, sea la izquierda o la derecha quien gobierne, y se enfrentaría, también, a la Unión Europea, como se ha visto en Cataluña.

Si Urkullu y el PNV se ven abocados a optar en una situación límite, no es difícil prever su respuesta, pese a sus tensiones internas. El PNV es un partido europeísta y Urkullu tiene como referente a José Antonio Aguirre, el primer lehendakari, elegido en plena Guerra Civil, participante en los movimientos federales europeos, que dejó dicho: “Antes que nacionalista, soy demócrata”.

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