El arma explosiva del escarabajo para salir ileso del estómago de un sapo

Dos científicos japoneses registran el efecto de las bombas que los escarabajos sueltan para evitar que les coman

El escarabajo bombardero guarda un arma secreta, y explosiva, que le permite salir ileso de una situación límite, como que un sapo lo coma de un bocado: soltarle en el estómago una bomba química que haga vomitar hasta al anfibio más voraz. Esta técnica de supervivencia biológica, documentada por los científicos japoneses Takuya Sato y Shinji Sugiura y publicada este martes en la revista Biology Letter, ha sido efectiva en casi la mitad de los experimentos que han realizado, de forma que cuando m...

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El escarabajo bombardero guarda un arma secreta, y explosiva, que le permite salir ileso de una situación límite, como que un sapo lo coma de un bocado: soltarle en el estómago una bomba química que haga vomitar hasta al anfibio más voraz. Esta técnica de supervivencia biológica, documentada por los científicos japoneses Takuya Sato y Shinji Sugiura y publicada este martes en la revista Biology Letter, ha sido efectiva en casi la mitad de los experimentos que han realizado, de forma que cuando más grande era el escarabajo y más pequeño el sapo lograban mayor éxito, probablemente porque los escarabajos más grandes desencadenaban explosiones tóxicas más devastadoras.

Con este trabajo, los investigadores japoneses pretendían demostrar que algunos animales de presa pueden escapar del sistema digestivo de los depredadores después de ser tragados. Para ello, decidieron alimentar a dos especies de sapos —el B. japonicus y B. torrenticola— con ejemplares de escarabajos bombarderos asiáticos (P. jessoensis). Cuando los escarabajos se vieron en una situación de peligro, como es que te coma un sapo, expulsaron un aerosol químico caliente por sus cuartos traseros que obligó a los sapos a regurgitarles todavía vivos.

Secuencia del experimento en la que un sapo regurgita un escarabajo bombardero.

"Aunque todos los sapos se tragaron los escarabajos bombarderos, el 43% de ellos vomitaron los escarabajos entre 12 y 107 minutos después de tragarlos", cifran los autores en su trabajo. Los escarabajos que lograron ser regurgitados seguían "vivos y activos" por lo que consideran que el experimento demostró que los químicos que expulsaron en los estómagos —y que se escucharon desde dentro de los anfibios como una pequeña explosión— forzaron a los sapos a vomitar.  "Los ácidos de los jugos gástricos pueden matar a la presa antes de vomitarlos. Esto sugiere que los escarabajos bombarderos pueden haber desarrollado la capacidad de sobrevivir al sistema digestivo de los sapos", ha explicado Sugiura a la revista National Geographic a través de correo electrónico.

"Los escarabajos grandes escapaban con más frecuencia que los pequeños escarabajos, y los sapos pequeños vomitaban los escarabajos con más frecuencia que los grandes sapos", algo que también demuestra, según los autores, la importancia de la relación entre el tamaño de la presa y el predador en la fuga exitosa de las presas.

Para comprobar que las explosiones eran la clave, los científicos provocaron a los escarabajos con un peligro para que agotaran sus cargas explosivas y después se los dieron a comer a los sapos. En esta ocasión, prácticamente todos fueron digeridos y solo un 5% salió del estómago con vida.

Como las dos especies de sapo que utilizaron para el experimento están "casi amenazadas" en la región en la que los capturaron, los ejemplares fueron liberados una vez que terminaron de darles este peculiar menú con trampa, según han precisado los autores.

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