Misiones imposibles

Cataluña es un ejemplo de manual de competitividad partidista extrema: dos frentes casi idénticos y, en cada uno, una intensa lucha por la hegemonía

El 'Parlament' listo para el pleno de investidura.Albert García

La independencia de Cataluña es una misión imposible. El independentismo no puede triunfar teniendo en contra a la mitad de la población, a todo el Estado y a la Unión Europea. Ni hoy ni a medio plazo. Y, a largo plazo, todos estaremos muertos.

Pero que la independencia desaparezca del debate es también una misión imposible. El independentismo no es un movimiento fagocitado por políticos oportunistas que quieren ocultar la corrupción o los recortes. Es una realidad cultural que se transmite de padres a hijos, con un denso espacio simbólico y ritual. No es un castillo de naipes, sino un...

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La independencia de Cataluña es una misión imposible. El independentismo no puede triunfar teniendo en contra a la mitad de la población, a todo el Estado y a la Unión Europea. Ni hoy ni a medio plazo. Y, a largo plazo, todos estaremos muertos.

Pero que la independencia desaparezca del debate es también una misión imposible. El independentismo no es un movimiento fagocitado por políticos oportunistas que quieren ocultar la corrupción o los recortes. Es una realidad cultural que se transmite de padres a hijos, con un denso espacio simbólico y ritual. No es un castillo de naipes, sino un castell de cientos de miles de entusiastas.

Para conseguir la gobernabilidad de Cataluña, independentistas y unionistas han de renunciar a sus quiméricas metas. Necesitamos emprendedores políticos en ambos bandos que intenten acercarse al adversario. Pero, en la coyuntura vigente, el aventurismo político es complicado.

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Cataluña tiene varias características que, de acuerdo con los expertos, favorecen que los ataques negativos triunfen sobre los mensajes positivos. Por su propia naturaleza, un sistema multipartidista tiene anticuerpos contra el negativismo. La posibilidad de que un partido acabe en una coalición de gobierno inesperada evita que sus dirigentes se enzarcen en duros ataques con los oponentes. Pero cuando la competición se torna bipolar, ese freno desaparece. Los líderes ya no tienen miedo a mostrarse agresivos.

Además, si la diferencia entre bloques es mínima, los partidos tienen un interés máximo en transformar cualquier evento en una ofensiva política. Y Cataluña es un ejemplo de manual de competitividad partidista extrema: dos frentes casi idénticos y, en cada uno de ellos, una intensa lucha por la hegemonía. La inseguridad les lleva a ser todavía más belicosos.

El circo jurídico-político de estos días lo atestigua. Cada informe técnico, recurso, o artículo de la Constitución es una excusa para cargar contra los demás. No hay espacio para la tregua o la discusión técnica. En la competitiva jungla partidista catalana, revertir esta dinámica agresiva es una misión imposible. @VictorLapuente

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