Gotelé evocador

Echo de menos al director de la película. Cómo sabía canalizar mi talento con indicaciones como: “No grites”, “Escucha a tus compañeros”, “Intenta no pensar en nada cuando digas tus frases”

GABRIEL BOUYS (/Getty Images)

Estoy mirando fijamente el gotelé de mi habitación. Después de dos meses de rodaje, se me antoja raro tener el día libre; ahora que ha terminado… añoro tantas cosas.

Echo de menos los silencios que compartía con el chico pelirrojo que me llevaba y me traía en coche (me tendrá que perdonar pero no recuerdo su nombre —el de ninguno del equipo, en realidad— y tampoco su cara, pues solo se veía el cogote desde el asiento de atrás). ¡Qué bien encajaba mis demoras! Echo de menos a la chica del flequillo rosa que me recibía con frases taxativas del tipo: “A maquillaje”, “A vestuario” y a la qu...

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Estoy mirando fijamente el gotelé de mi habitación. Después de dos meses de rodaje, se me antoja raro tener el día libre; ahora que ha terminado… añoro tantas cosas.

Echo de menos los silencios que compartía con el chico pelirrojo que me llevaba y me traía en coche (me tendrá que perdonar pero no recuerdo su nombre —el de ninguno del equipo, en realidad— y tampoco su cara, pues solo se veía el cogote desde el asiento de atrás). ¡Qué bien encajaba mis demoras! Echo de menos a la chica del flequillo rosa que me recibía con frases taxativas del tipo: “A maquillaje”, “A vestuario” y a la que solía desobedecer, pues siempre prefería un poco de cháchara vacua —con el primero que pillara— a cambio de un cigarrillo. Y qué decir de ese momento en el que la peluquera, después de acicalarme, me echaba polvos en la coronilla con una especie de pimentero. Echo de menos la aclaración previa, que siempre era la misma: “Es que con los focos se te ve el cartón”; y también que en ese instante, y como por arte de magia, cesaran súbitamente las conversaciones en la sala, para que se pudiera oír perfectamente el ruido de la palma de la mano al golpear la base del pimentero: tap, tap, tap. ¡Cómo lo echo de menos!

Y a esa maquilladora que, mientras me embadurnaba la cara con un engrudo marrón, canturreaba invariablemente el estribillo: “A mí me gustan mayores, de esos que te mandan flores…”. Todos esos recuerdos acuden a mi mente en este instante de soledad. Y, por supuesto, echo de menos al director de la película. Cómo sabía canalizar mi talento con indicaciones como: “No grites”, “Escucha a tus compañeros”, “Intenta no pensar en nada cuando digas tus frases”.

#ElCineEsMiVida

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