Déjalo estar

La resignación explica no sólo la ausencia de explicaciones de la Xunta, sino el escaso interés público en desactivar la bomba de relojería que es el monte gallego

Un ganadero camina entre la vegetación quemada por el fuego en San Martín de Cereixedo, Cervantes (Galicia) este martes.Vincent West (REUTERS)

Existió una vez el país del “éche o que hai”, un pensamiento mágico tan incrustado que hasta la acción criminal del hombre podía tener una procedencia divina, un halo de fatalidad para el cual era difícil encontrar causas y, peor aún, aplicar consecuencias. “Es lo que hay”, “pasó lo que pasó” y “qué le vas a hacer” eran parte de aquel diccionario de la conformidad, resumido en un “déjalo estar” y “ahora a mirar para adelante”. Este pensamiento ejercía tal dominio que los que decían a todo eso “y una mierda” siempre tuvieron fama de histéricos y alborotadores, como si en una comunidad cristiana...

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Existió una vez el país del “éche o que hai”, un pensamiento mágico tan incrustado que hasta la acción criminal del hombre podía tener una procedencia divina, un halo de fatalidad para el cual era difícil encontrar causas y, peor aún, aplicar consecuencias. “Es lo que hay”, “pasó lo que pasó” y “qué le vas a hacer” eran parte de aquel diccionario de la conformidad, resumido en un “déjalo estar” y “ahora a mirar para adelante”. Este pensamiento ejercía tal dominio que los que decían a todo eso “y una mierda” siempre tuvieron fama de histéricos y alborotadores, como si en una comunidad cristiana saltase uno contradiciendo a Dios. Si se rebelaban ante la resignación y sugerían que las catástrofes ocurrían por algo, o simplemente había un modo de prevenir sus efectos, se enfrentaban a veces a la burla, otras a la acusación de buscar culpables donde no había más culpabilidad que la del destino y la mayoría a la indiferencia; con el tiempo serían olvidados y predicarían en el desierto. Y tenían razón. Así pasaron los años, entre la condescendencia y el desprecio, las víctimas del Alvia a las que la justicia y el Congreso les terminó abriendo la puerta.

Siempre pensé que el movimiento Nunca Máis no reclamaba tanto poner freno a las desgracias como a la resignación. Nunca Máis a nuestras costas llenas de petróleo, desde luego, pero al fin y al cabo eso no está en nuestra mano: lo que está en nuestra mano es Nunca Máis callar y encogerse de hombros, decir “es lo que hay” y confundir las responsabilidades políticas con las divinas. Un petrolero a la deriva, un tren estrellado o una ola de incendios devastando aldeas son cosas que pueden pasar, sí, pero gobernar también es rebajar las posibilidades de que pasen. Lo que no es posible es que la Xunta —también la del bipartito con los fuegos de 2006— salde más de cien incendios diciendo que hay una trama terrorista y que la vida es así.

Esa resignación criminal explica no sólo la ausencia de explicaciones sino el escaso interés público en desactivar la bomba de relojería que es el monte gallego, supongo que por miedo a la autocrítica. Explica que Feijóo hable a través de una página de publicidad en prensa, pero se niegue a hacerlo en el Parlamento. Pasó lo que pasó y es lo que hay, y quien levante la mano será acusado de politización de la tragedia. Por los mismos que callaron o aplaudieron cuando su presidente dijo que con ellos no había muertos en los incendios, al contrario que con PSOE y BNG, que hubo cuatro. Cuando lo inevitable estaba de nuestra parte.

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