Editorial

Proteger la convivencia

Urge serenar ánimos y frenar un hostigamiento que tiene responsables

Centenares de personas, convocadas por ANC y Òmnium, se concentran ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) con un retrato de Franco.Marta Pérez (EFE)

Las tensiones entre independentistas y el resto de la sociedad, aunque evidentes, lograron estar contenidas en los últimos años, pero hace ya un tiempo que los excesos han dejado de ser excepcionales y que el enardecimiento de los primeros ha derivado en un hostigamiento, señalamiento, insultos, acciones de exclusión y abuso a los segundos que debe ser detenido de inmediato.

La convivencia de ideas diferentes debe tener lugar en democracia en un marco de pleno respeto mutuo y son ya demasiados los signos de abuso por parte de dirigentes independentistas, de medios públicos de Cataluña y...

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Las tensiones entre independentistas y el resto de la sociedad, aunque evidentes, lograron estar contenidas en los últimos años, pero hace ya un tiempo que los excesos han dejado de ser excepcionales y que el enardecimiento de los primeros ha derivado en un hostigamiento, señalamiento, insultos, acciones de exclusión y abuso a los segundos que debe ser detenido de inmediato.

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La convivencia de ideas diferentes debe tener lugar en democracia en un marco de pleno respeto mutuo y son ya demasiados los signos de abuso por parte de dirigentes independentistas, de medios públicos de Cataluña y de asociaciones como Òmnium o la Assemblea Nacional Catalana para crear un discurso hegemónico que ha empequeñecido las posibilidades de discrepancia y expulsado de la esfera pública a quienes no lo comparten.

A menudo se pregunta por qué calla esa mayoría silenciosa que no está a favor de la independencia. La respuesta es evidente: se debe al hostigamiento al que se ha visto sometida por parte de ese discurso hegemónico. Muchas instituciones, incluyendo universidades, medios públicos y foros de la sociedad han sido capturadas por el independentismo, convirtiéndose en instrumentos de propaganda al servicio de la causa, excesos que han llegado al punto de que desde Catalunya Radio se llamara a los ciudadanos a denunciar los movimientos de las patrullas de la Guardia Civil.

El odio y la tensión son el caldo de cultivo perfecto para el accidente y una vez que este se produce es difícil o imposible de reconducir. Por fortuna, aún no ha ocurrido ninguno tan grave como irreversible —si obviamos este clima general viciado—, pero es responsabilidad de la Generalitat y de las asociaciones a las que ha dado tanto protagonismo serenar los ánimos y trabajar en contra de las ofensas como las que Carme Forcadell, ahora presidenta del Parlament, pronunció acusando a los seguidores del Partido Popular y Ciudadanos de no ser catalanes. No da gran lugar al optimismo la actitud del Govern y los partidos independentistas que, a medida que ven cerrarse las posibilidades logísticas de llevar a cabo su referéndum, convierten su frustración en llamamientos a ocupar la calle y las instituciones. Sin duda, la historia les juzgará por la deriva a la que lleve el odio que desde sus filas han inoculado. Los medios de comunicación independientes que no siguen las consignas del Govern han sido frecuentemente el blanco de ese odio, como ha denunciado la organización internacional Reporteros sin Fronteras.

Afortunadamente, no han surgido aún expresiones significativas de rencor en sentido contrario. Y deseamos que siga siendo así, que las pequeñas muestras de irritación que se han visto estos días en algunas ciudades españolas no den paso a algo más: que no se apague el fuego con fuego, que no se estimule un nacionalismo acallado para combatir otro nacionalismo inflamado.

En la recta final de esta carrera iniciada por el Govern, cuando las energías deben concentrarse en la búsqueda de soluciones y en favorecer las actuaciones más razonables el 2 de octubre, conviene y urge asumir responsabilidades para evitar que las pasiones se desborden hasta provocar el accidente. Que nunca nadie tenga que lamentar no haber hecho lo suficiente.

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