Buscar una salida

Antes o después, alguien deberá remolcar este conflicto, y parece obvio que la creciente confrontación de estos días solo contribuye a encallarlo más

Reunión del gobierno de la Generalitat de Catalunya. Carles Puigdemont y Oriol Junqueras.© CARLES RIBAS

Resulta una incógnita qué ocurrirá tras el 1-O en Cataluña. Una predicción optimista es que tras la consumación del referéndum y el fin de la movilización se abrirá una nueva fase que dejará paso a la negociación política. La visión pesimista es que entre el 2-O y el momento en que finalmente el conflicto se aborde políticamente pasará un largo tiempo en el que el enfrentamiento continuará.

Antes o después, alguien deberá remolcar este conflicto, y parece obvio que...

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Resulta una incógnita qué ocurrirá tras el 1-O en Cataluña. Una predicción optimista es que tras la consumación del referéndum y el fin de la movilización se abrirá una nueva fase que dejará paso a la negociación política. La visión pesimista es que entre el 2-O y el momento en que finalmente el conflicto se aborde políticamente pasará un largo tiempo en el que el enfrentamiento continuará.

Antes o después, alguien deberá remolcar este conflicto, y parece obvio que la creciente confrontación de estos días solo contribuye a encallarlo más.

Primero, porque la escalada que estamos viviendo dispara los costes futuros de conceder frente a las demandas del otro: convierte las cesiones en algo inadmisible para las partes, además de reafirmarlas en las razones con las que justifican sus respuestas. La polarización también debilita a los actores con posiciones intermedias en el conflicto, fundamentales para hacer de puente en la negociación.

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Segundo, porque la competición electoral latente entre los partidos que forman la coalición de Junts pel Sí cierra el paso a la moderación. Si hoy una formación de la coalición se sintiera tentada a repensar la estrategia, seguramente no tendría muchos incentivos a proponer una salida. Pesaría más el miedo a acarrear con los costes electorales de ser el partido que ha rebajado el procés, sirviendo en bandeja la futura campaña electoral al resto de formaciones independentistas.

Aunque parezca una paradoja, es posible que exista un mayor espacio para una reconducción del proceso hacia la vía política si la coalición de Junts pel Sí se disuelve y ERC se convierte en el partido hegemónico del independentismo. La hegemonía electoral le permitiría asumir los costes que el resto de partidos quisieran imponerle por las concesiones realizadas para reconducir el proceso. Y además dotaría al sector independentista de un mayor grado de cohesión interna, condición indispensable para cualquier organización que se proponga dar un giro a su política, arrastrando con éxito a moderados y radicales, al aparato y a la militancia, para buscar una salida. @sandraleon_

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