Gordo y calvo

Era mi delegado de clase y estaba tan hercúleo que iba sin camiseta desde mayo hasta finales de septiembre

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Hay dos tipos de personas: los que cuando van a un servicio público y se encuentran la puerta cerrada se esperan y los que insisten e insisten hasta que al final la consiguen abrir. Los primeros, muchas veces se están aguantando ante un baño vacío mientras que los otros irrumpen y pillan a alguien dentro.

Bien, pues allí estaba yo sujetando la puerta, mientras un muchacho gordo y calvo con un traje gris cruzado y corbata a listas me miraba con cara de sorpresa “sentado en el trono”, como suele decirse. Lo más curioso de todo era que su cara me resultaba familiar. Después del prescriptiv...

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Hay dos tipos de personas: los que cuando van a un servicio público y se encuentran la puerta cerrada se esperan y los que insisten e insisten hasta que al final la consiguen abrir. Los primeros, muchas veces se están aguantando ante un baño vacío mientras que los otros irrumpen y pillan a alguien dentro.

Bien, pues allí estaba yo sujetando la puerta, mientras un muchacho gordo y calvo con un traje gris cruzado y corbata a listas me miraba con cara de sorpresa “sentado en el trono”, como suele decirse. Lo más curioso de todo era que su cara me resultaba familiar. Después del prescriptivo (por su parte) “¡Eh!” (por mi parte) “¡Ah!”, conversamos brevemente.

— Perdona, pero me suenas mucho, le pregunté.

— Pues, no sé…

— ¿No serás Emilio Restrepo?

— ¡Sí, joder!

¡Adiós! ¡Emilio Restrepo, ni más ni menos! Era mi delegado de clase; ganó un concurso de dibujo organizado por el Ayuntamiento cuyo tema era el Rey (representó al monarca como si fuera un maquinista, conduciendo un tren en cuyos cuatro vagones se podía leer: DE-MO-CRA-CIA); sus padres le trajeron un reloj calculadora de Canarias; salió con media docena de chicas solo en un trimestre; sacaba sobresaliente en todo, incluso en Ética; estaba tan hercúleo que iba sin camiseta desde mayo hasta finales de septiembre aproximadamente y, sobre todo, tenía un pelazo increíble de color rubio dorado. Ahora estaba gordo y calvo.

— ¿Y cómo te va la vida, Emilio?

— Bueno, no me puedo quejar. Soy director general de una empresa de palés que se llama Europalés; me casé con miss camiseta mojada Penélope disco Benidorm 2004 y me compré un dúplex en la milla de oro de Madrid que me vendió el mismísimo Marichalar, un castillo en Chinchón, el primer ejemplar de Batman, tres Maseratis y un yate que bauticé con el nombre de Piluca III.

Ja, ja, estaba gordo y calvo.

Para terminar, permitidme un aviso que no tiene nada que ver con el tema:

Trato de localizar a un director de casting al que le dije que “no” en 2009 porque no quería encasillarme; ahora estoy muy interesado en el papel de galán motero y problemático.

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