Columna

Noble vejez

Me bastó una semana para percatarme de lo que perderemos con el Brexit

Pensionistas en el Royal Hospital Chelsea en Londres. Max Mumby/Indigo (Getty Images)

Hola a todos, los buenos y los malos. Me bastó una semana para percatarme de lo que perderemos con el Brexit. Vi la luz en el Royal Hospital Chelsea, soberbio monumento aún ignorado por el turismo de masas. Desde su fundación en 1682, levantaron el enorme conjunto sucesivamente y a lo largo de tres siglos, Wren, Nash y Soane, nada menos. En su origen estaba el pundonor de Carlos II tras saber que Luis XIV pensionaba a sus militares inválidos. Así que decidió dar cobijo a los viejos soldados ya inútiles para el combate. ¡Y qué cobijo! En la actualidad acoge a unos trescientos retirados de ambos...

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Hola a todos, los buenos y los malos. Me bastó una semana para percatarme de lo que perderemos con el Brexit. Vi la luz en el Royal Hospital Chelsea, soberbio monumento aún ignorado por el turismo de masas. Desde su fundación en 1682, levantaron el enorme conjunto sucesivamente y a lo largo de tres siglos, Wren, Nash y Soane, nada menos. En su origen estaba el pundonor de Carlos II tras saber que Luis XIV pensionaba a sus militares inválidos. Así que decidió dar cobijo a los viejos soldados ya inútiles para el combate. ¡Y qué cobijo! En la actualidad acoge a unos trescientos retirados de ambos géneros. Estuve hablando con uno de ellos en la deliciosa cafetería rodeada de jardines. Había ingresado apenas dos meses antes. Allí estaban sus amigos, aquella era su casa. ¡Un hogar de 27 hectáreas en una de las zonas más bellas (y caras) de Europa, en paralelo al Támesis y con parques, pistas de deporte, servicios de todo tipo y, por supuesto, habitaciones individuales amplias y luminosas!

Los domingos hay parada militar y los internos, con la famosa casaca roja, el tricornio y las condecoraciones, se reúnen ante la estatua del rey Carlos II. Allí, en el admirable patio dórico, pasan revista al ritmo del tambor mayor. Espectáculo emocionante porque algunos de los soldados son ya muy viejos y les cuesta dar el zapatazo de ordenanza a la posición de firmes. Luego se reúnen con familiares, amigos y curiosos que vestidos al modo dominical inglés les hacen compañía tras el oficio en la impresionante capilla iluminada por el gran fresco de Ricci. Yo pillé al coro cantando el introito de Thomas Tomkins, “Arise, o Lord, and have mercy of Sion!”.

Un país que respeta de este modo a sus viejos soldados deberíamos tenerlo cerca, por si se nos pega algo.

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