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Ocho libros de esta semana

Intizar Husain, Margaret Drabble y Juan Trejo, entre los autores destacados

La novela se va haciendo a la vista del lector. Y es que Cercas no sólo se la cuenta a los lectores, sino a sí mismo —que ha deseado y temido escribirla—; a su madre, que es la sobrina del protagonista; a los vecinos de su pueblo que saben que es escritor, al cineasta y escritor David Trueba (que también podría contar otra historia, la suya, que queda en esbozo). Y a la vez el curso del relato in fieri, que tantea sus alcances pero que nunca vacila en su propósito, dialoga con otras novelas del escritor. Igual que La velocidad de la luz lo hizo con la responsabilidad de haber escrito Soldados de Salamina e igual que El impostor —otra novela compartida activamente con familia y amigos— conversa con Anatomía de un instante. Trueba dice en sus páginas que “no son los libros los que deben estar al servicio del escritor, sino el escritor el que tiene que estar al servicio de sus libros”. Quizá esta novela —escribe Cercas— es el verdadero final de la trama de Soldados de Salamina: un recuerdo que revive y se va configurando como fábula moral. Se escribe para saber más, entender, no juzgar…, porque “las novelas son como sueños o pesadillas que no se acaban nunca”. Y todas las historias se parecen: esta novela tiene como espejo una de Dino Buzzati (El desierto de los tártaros), un cuento de Danilo Kis (‘Es glorioso morir por la patria’) y unos versos de la Ilíada (donde Aquiles muere con honor y belleza) y otros de la Odisea, donde el mismo Aquiles reconoce en el Averno que prefería ser un modesto campesino a un monarca del reino de la muerte. De ahí viene el título de la novela. Por JOSÉ CARLOS-MAINERLITERATURA RANDOM HOUSE
Seis relatos que siguen la tradición estadounidense del realismo sucio constituyen este libro de Adam Johnson (Dakota del Sur, 1967). Su interés radica en la pureza de su prosa y cierta experimentación narrativa que intenta ir más allá de aquellos memorables cuentos de Raymond Carver en Catedral, sobre todo en extensión. Los temas están escogidos con cuidado y atención a la modernidad de los tiempos: un informático de Palo Alto que concibe un programa en el que el presidente asesinado acompaña la soledad del internauta; un camionero que lleva con él a su hijo llamado Gerónimo y debe viajar de la Luisiana asolada por el Katrina a la Costa Oeste porque su padre se está muriendo; una mujer enferma de cáncer que se distrae haciendo un repertorio de “datos interesantes” de la sociedad y la vida; el encargado de una antigua prisión de la Stasi que pasea a su perro en Berlín y hace una crítica revisionista de la corrección política de la Alemania unificada; un reparador de ordenadores que copia carpetas de pornografía infantil con supuestos motivos de salvador de niñas y se ve enredado en la ambigüedad de la naturaleza humana; dos refugiados de Corea del Norte que en Seúl se dedican a denigrar a su patria chica en una sociedad que, en el otro extremo, tampoco es tan diferente de la odiada dictadura de la que huyeron. Por JOSÉ LUIS DE JUANSEIX BARRAL
Desgraciadamente, ya no se escriben novelas así. Una novela que empieza en la infancia y primera juventud del protagonista en Cornualles; que sigue con una dolorosa separación (Philip es huérfano y su primo Ambrose lo ha criado como un padre); que se continúa en una inquietante carta del tío, casado con una viuda italiana en Florencia, que obliga al sobrino a acudir a averiguar su estado; que descubre que el tío ha muerto, por lo que regresa a Cornualles desolado y convertido en único heredero con 24 años; que trata de sobrevivir con su pena y con la sospecha encima de que quizá la viuda de su tío lo envenenó o, al menos, lo dejó morir; y, por fin, que un día la viuda desheredada —la prima Rachel— se presenta en Cornualles. Y todo esto en las 80 primeras páginas con todo lujo de descripciones e historias laterales para componer el escenario. Por JOSÉ MARÍA GUELBENZUALBA
Breton, pope del surrealismo, publica en 1928 su novela autobiográfica Nadja, celebrado ejercicio de vanguardismo que serpentea por entre el recuerdo, la locura y las calles de París, entre imágenes que contribuyen a un hibridismo y a un desorden desquiciado que son capaces de fascinar al lector o de disuadirlo para siempre. Ese mismo año su compañero Philippe Soupault, con el que en 1920 había publicado ese libro mítico titulado Los campos magnéticos, saca a la luz la novela que nos ocupa, una de sus obras fundamentales y epítome de la verdadera poética del surrealismo, más allá de sus provocativos tributos al inconsciente y la excentricidad. El azar avant toute chose, la espera y “la monotonía de lo extraño”, la intriga (metafísica y policiaca a un tiempo), el ludismo y la vida teatralizada, las imágenes orgánicas prestadas por la poesía (peces en un acuario “sorprendidos en el flagrante delito de existir”), la noche urbana y el claro de luna que Buñuel mató en Un perro andaluz porque los manifiestos vanguardistas prescribían su muerte. Paris la nuit y sus bulevares del vicio. El espíritu del spleen de un Baudelaire al que Soupault estudió. La concupiscencia del burdel y el pippermint. Todo bajo la dirección de un narrador en primera persona que ejerce de flâneur y de detective de la vida misma, que fluye ante los ojos del lector con un aire vagamente cinematográfico y ciertamente tan sórdido como perturbador. Por JAVIER APARICIO-MAYDEUJUS
Una de las cosas que aprendí fue a ser terca. Cada vez tengo más claro que esa es la esencia de la desobediencia civil no violenta: la terquedad más absoluta”. Así se manifestaba la escritora y activista Grace Paley (Nueva York, 1922-Vermont, 2007) en una entrevista que, junto a charlas y artículos, se recoge en La importancia de no entenderlo todo, un libro especial y necesario con prólogo de Elvira Lindo publicado oportuna y felizmente por Círculo de Tiza. Paley dijo sobre este compendio: “Esta no es una recopilación autobiográfica, pero trata sobre mi vida. Muchos de los artículos son políticos aunque aborden asuntos literarios, lo que considero natural y no deliberado”. Grace Paley nació y creció en el Bronx, era hija de inmigrantes rusos y la menor de tres hermanos. Desde la niñez destilaba energía y determinación, algo que inquietaba a su madre, preocupada por sus expulsiones de la escuela. “Mi madre murió cuando yo apenas empezaba mi vida adulta y no pudo ver con claridad que yo no iba a naufragar”. Efectivamente, Paley nunca naufragó, su larga vida fue pura acción: escribía, denunciaba y se implicaba. Lo obvio nunca fue suficiente. Se preguntaba y discrepaba. Después, argumentación y acción. No quiso hacer novela, pues según ella “el arte es largo y la vida es corta”. Así que escribió estupendos relatos, plenos de ironía e impredecibles, habitados por personajes que parecen desnortados, a los que impregna de cariño, por los que no toma partido y a los que deja ir. Sus Cuentos completos están en Anagrama. Por MARÍA JOSÉ OBIOLCÍRCULO DE TIZA
La escritura de Jordi Doce (en sus libros poéticos y de ensayo, de notas y aforismos, incluso en sus traducciones) es fruto de un pensamiento poético que es el reflejo de una unidad de “tono” —entendido en su sentido etimológico como el de una cuerda tensada— en la que reside la presencia y la fuerza de su poesía. En No estábamos allí, ese tono dibuja un clima y un paisaje donde “la extrañeza es una forma de atención / una distancia desnuda”. Ese cambio de relieve —que estaba presente en Perros en la playa (2011) y en Monósticos (2012)— surge de una inflexión tonal que tiene ahora un acento más narrativo, dando entrada al lado imaginativo y expresionista de una mirada “donde vida y sueño se replican eternamente”. Por ANTONIO ORTEGAPRE-TEXTOS
Pocas cosas resultan más gratas al lector que un buen libro que empieza por un buen título. Lumbres lo es. Lumbre es un vocablo casi desu­sado. De campo. Trae súbitamente los orígenes latinos: lumen, no tanto “la luz”, sino lo “lo que da luz”. Antonio Colinas ha recobrado todos los sentidos populares y cultos del término para darle un carácter simbólico que irradia al conjunto de su obra. En plural, viene a equivaler a sus poemas, a sus libros, a los momentos que ha ido compartiendo con sus lectores durante décadas. Lumbres es la antología editada con motivo de la concesión al poeta del Premio Reina Sofía. Recoge una completa muestra de su escritura, seleccionada por el propio Colinas, aunque al mismo tiempo es un libro nuevo, tan imprescindible para quien conozca su obra como para quien desee conocerla. La imagen de cubierta parece a primera vista un cuadro de algún hermético italiano, si no del propio Giorgio de Chirico. Resulta ser la foto de un trigal, hecha con el móvil por el poeta. Por JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIASUNIVERSIDAD DE SALAMANCA/PATRIMONIO NACIONAL, 2016