A escena

Nada es lo que parece, como en la comedia del arte. Mejor ir al origen, y su historia con Brigitte Trogneux es reveladora

Emmanuel Macron, en un acto oficial el miércoles en los jardines Luxembourg de París.CHRISTIAN HARTMANN (REUTERS)

Macron es un enigma. Hollande dijo que era él. Él ha aclarado que es él por su mujer. Así que es ella la interesante, si no confiesa que también es otra cosa. Nada es lo que parece, como en la comedia del arte. Mejor ir al origen, y su historia con Brigitte Trogneux es reveladora. Ya lo sabrán: era su maestra y le saca 24 años. Dejó a su marido banquero por un chaval que no era nada, solo listo. Un escánda...

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Macron es un enigma. Hollande dijo que era él. Él ha aclarado que es él por su mujer. Así que es ella la interesante, si no confiesa que también es otra cosa. Nada es lo que parece, como en la comedia del arte. Mejor ir al origen, y su historia con Brigitte Trogneux es reveladora. Ya lo sabrán: era su maestra y le saca 24 años. Dejó a su marido banquero por un chaval que no era nada, solo listo. Un escándalo en provincias es infinitamente mayor, en proporción, que uno en un país, si sobrevives a eso puedes salvar tranquilamente Europa. Ellos se reirán ahora de la presión y lo establecido, y esto solo puede ser bueno. Su amor empezó con Eduardo de Filippo, el Shakespeare napolitano. Empezaron a tontear al reescribir juntos su obra L’arte della commedia (1964). Que sea especial para ellos es otra buena cosa, Eduardo es un manual de vida, vacuna contra el mal y la estupidez del mundo. Ojalá Macron no olvide a Eduardo, y si no, que ella se lo recuerde. Esa obra es de su antología “de los días impares”, aquellos en que aguarda la desgracia, aunque el día anterior haya ido bien. Tras el triunfo, en día impar, es igual: esto aún puede salir mal. El texto opone el mundo real con el de la autoridad, fuera de la realidad. Por un despacho pasa el pueblo —un médico, una maestra, un cura…— pero no se sabe si son de verdad o actores. También Macron tiene cola de políticos para subirse a su partido y él, hijo de la élite, debe descifrar a la gente. El protagonista advierte sobre el teatro: “El público reconoce al autor malintencionado, lo desenmascara, no lo sigue. El bueno entra por el escenario y sale con el público del brazo. El malintencionado sale por donde ha entrado”. Macron acaba de entrar a escena. A ver por dónde sale.

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