Los ‘somewheres’

Élites como Farage o Trump dieron voz a los ‘arraigados’ y les dijeron que su forma de pensar no era deplorable sino realista

Manifestantes a favor del "Brexit" por las calles de Londres en noviembre de 2016.Jack Taylor (Getty Images)

La derrota de Clinton y el fracaso de quienes defendían la permanencia en la UE se explican porque sus valedores no supieron comprender a los llamados somewheres o arraigados. Estos ciudadanos poseen una experiencia vital opuesta a la de los cosmopolitas, los anywheres. Esta es la tesis del polémico libro de David Goodhart que se discute estos días en Reino Unido y que sostiene que esta distinción es más importante que la de clase social o la de derecha e izquierda para entender la proliferación del populismo.

Los arraigados son votantes cons...

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La derrota de Clinton y el fracaso de quienes defendían la permanencia en la UE se explican porque sus valedores no supieron comprender a los llamados somewheres o arraigados. Estos ciudadanos poseen una experiencia vital opuesta a la de los cosmopolitas, los anywheres. Esta es la tesis del polémico libro de David Goodhart que se discute estos días en Reino Unido y que sostiene que esta distinción es más importante que la de clase social o la de derecha e izquierda para entender la proliferación del populismo.

Los arraigados son votantes conservadores, y algunos exlaboristas, que viven en ciudades pequeñas a las que sienten que pertenecen, poseen un nivel medio o bajo de ingresos y, en general, un nivel educativo intermedio. Culpan a Europa de sus infortunios, derivados de la inmigración o las restricciones a la pesca. Representan el 60% de la población y creen que cerrando fronteras Reino Unido volverá a ser lo que era.

Tras la universidad, los cosmopolitas no vuelven a sus ciudades de origen. Los hay progresistas y de centroizquierda y derecha, profesionales leídos y viajados que entienden la globalización en positivo o la contemplan como un fenómeno imparable. Son solo el 20% pero, hasta ahora, según Goodhart, sus élites adoptaban decisiones sin pensar demasiado en los arraigados y creaban opinión sobre lo políticamente correcto.

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Los arraigados estaban enfadados, temían por su futuro pero ni siquiera podían opinar abiertamente sin ser acusados de retrógrados. De repente, algunas élites, como Farage o Trump, les dieron voz y les dijeron que su forma de pensar no era deplorable sino realista. Ahora las élites cosmopolitas no saben cómo frenarles.

Goodhart ha sido criticado por caricaturizar a los cosmopolitas y afirmar que desprecian sin más las preocupaciones de los arraigados. Sin embargo, plantea un dilema para la izquierda. Acaso hay que mostrarse comprensivo con las necesidades más y menos razonables de los arraigados, exhibiendo también alguna pizca de populismo, o deben rechazarse como regresivas. Lo primero ha demostrado ser peligroso porque supone abrir la veda al nativismo, a lo incorrecto y a lo desconocido; lo segundo, ineficaz para ganar elecciones o referendos. @delPinoE

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