Columna

Liderazgo contracíclico

Si Susana Díaz gana la secretaría general, tendrá que aprender a volar sola y a marcar su propio perfil

Susana Díaz durante la presentación de su candidatura a la secretaría general del PSOEChema Moya (EFE)

La candidatura de Susana Díaz a la secretaría general del PSOE no ha sorprendido a nadie. Tampoco en la forma con la que se escenificó, su arropamiento simbólico con lo más granado de la historia de su partido y con un discurso en el que destacó la sintonía con su trayectoria y sus valores. Orgullo de partido, incluso de “aparato”, y fidelidad a unas siglas y a lo que representa –o debería representar– su cohesión interna y el rol que le cabe jugar a estas instituciones en el sistema democrático. El partido primero, luego el líder.

Si nos fijamos, es justo lo contrario de lo que ahora p...

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La candidatura de Susana Díaz a la secretaría general del PSOE no ha sorprendido a nadie. Tampoco en la forma con la que se escenificó, su arropamiento simbólico con lo más granado de la historia de su partido y con un discurso en el que destacó la sintonía con su trayectoria y sus valores. Orgullo de partido, incluso de “aparato”, y fidelidad a unas siglas y a lo que representa –o debería representar– su cohesión interna y el rol que le cabe jugar a estas instituciones en el sistema democrático. El partido primero, luego el líder.

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Si nos fijamos, es justo lo contrario de lo que ahora predomina en nuestro entorno democrático. Aquí el incentivo para los líderes reside en tomar toda la distancia posible respecto a la organización o a presentarse incluso como outsiders al modo de Macron, líderes cuyo atractivo consiste precisamente en que se exhiben como profesionales que acuden a la política desde fuera de ella. O partidos jibarizados detrás de la omnipresencia de sus dirigentes, como ocurre en Italia. La personalización de la política a la que invita su dimensión mediática y la creciente desconfianza en los partidos en toda Europa hace que el incentivo resida en valorar más al sujeto que lo rige que a la organización sobre la que se sustenta. A este respecto, Schulz no sería una excepción, sino la confirmación de esta misma tendencia, el cien por ciento del partido detrás de quien le promete la victoria.

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El hecho de que Díaz, en caso de ganar en las primarias, no vaya a renunciar a la presidencia de la comunidad andaluza ni pueda estar presente en el Congreso es un signo también de que el PSOE desea apostar por sí mismo, por su marca, como referencia fundamental de su actividad política. Y transmite también una advertencia a quienes pueden estar detrás de Pedro Sánchez. Si este vence, pierde el partido. Como puede verse, se acaba de entrar en un juego peligroso y cargado de riesgos.

La mayor incógnita de este nuevo modelo de fusión liderazgo/partido es si tiene recorrido electoral, algo que pronto nos dirán las encuestas. Hemos descubierto ya que eso que se llamaba “nueva política” no ha tenido el éxito esperado, pero eso no significa que se vuelva a la de toda la vida. El gran desafío para una Díaz victoriosa en las primarias no consiste solo, por tanto, en “coser” a la organización, sino en lo que ella sea capaz de aportar como valor añadido a un partido que se encuentra en su peor momento electoral desde la Transición. A pesar de su intensa presencia en los medios, Díaz es aún insuficientemente conocida para el gran público. En parte quizá porque ha estado demasiado “protegida”. Si gana la secretaría general, tendrá que aprender a volar sola y a marcar su propio perfil. A ser más líder y menos partido.

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