Terrorismo como ansiedad

Sobredimensionar los riesgos solo ayuda a bloquear la mente

Agentes de policía británicos permanecen en guardia tras un tiroteo ante el Parlamento en Londres, Reino Unido EFE/Andy Rain ANDY RAIN / EFE

No se le llama terrorismo por casualidad. Su éxito depende precisamente de su capacidad para alentar el miedo. Un puñado de hombres con un puñado de armas no pueden echar abajo el orden occidental, pero este sí puede hacer bastante por tensarse hasta el extremo: el terrorismo solo representa una amenaza real a la democracia cuando logra sembrar las dudas entre sus ciudadanos con suficiente intensidad.

Los vértices de esta tensión se hacen evidentes tras cada atentado. De un lado se encuentran los aislacionistas, que proponen sociedades más cerradas de fronteras más claras para contrarre...

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No se le llama terrorismo por casualidad. Su éxito depende precisamente de su capacidad para alentar el miedo. Un puñado de hombres con un puñado de armas no pueden echar abajo el orden occidental, pero este sí puede hacer bastante por tensarse hasta el extremo: el terrorismo solo representa una amenaza real a la democracia cuando logra sembrar las dudas entre sus ciudadanos con suficiente intensidad.

Los vértices de esta tensión se hacen evidentes tras cada atentado. De un lado se encuentran los aislacionistas, que proponen sociedades más cerradas de fronteras más claras para contrarrestar el terror; o, cuando menos, un desentenderse de los problemas del mundo. En un segundo ángulo se sitúan los intervencionistas, que comparten la sensación de amenaza inminente con los primeros pero apuestan por la respuesta contraria. Por último, existe un grupo que se debate entre culpar a la víctima de las acciones del agresor, asumir el mundo tal y como es, o pretender cambiarlo sorteando el conflicto. Muchas veces coinciden con los aislacionistas en la parte de la solución que aboga por un repliegue, aunque difieran radicalmente de las premisas que les llevan a defenderla.

El terrorismo gana más cuando la brecha entre los extremos se vuelve insalvable. El debate entre ellos es inevitable y hasta cierto punto beneficioso, pues sin expresión previa de puntos de vista discrepantes el consenso es o imposible, o falso. Pero a partir de cierto punto tal vez se vuelve contraproducente, pues acapara una cantidad desproporcionada de los recursos dialécticos y políticos, hasta casi monopolizarlos.

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En realidad, funciona como la ansiedad con nuestro cerebro: una cierta cantidad de miedo ante un nuevo estímulo amenazante, y de consideración ponderada sobre cómo afrontarlo, es un mecanismo necesario para la supervivencia. Pero sobredimensionar los riesgos solo ayuda a bloquear la mente. Reconocer que el terrorismo de por sí no amenaza los cimientos de nuestro modo de vida, como tampoco puede el miedo, pero nuestra reacción ante el mismo sí puede hacerlo, es al mismo tiempo aterrador y liberador. @jorgegalindo

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