Tribuna

‘Brexit’ en tiempos irracionales

Los británicos no se apuntaron al proyecto europeo de integración, sino que veían la UE como una oportunidad económica

Manifestantes a favor del 'Brexit' en Londres.Jack Taylor (Getty Images)

Resulta paradójico que la palabra inglesa "party" signifique a la vez fiesta y partido político. Brexit nos ha aguado the party en Reino Unido; o sea, una economía creciente y un sistema político liberal y abierto que sirvió de ejemplo a otros países. Y la razón es, indudablemente, the Party, en este caso el Partido Conservador británico.

Hay que remontarse a 1993 cuando el entonces primer ministro, John Major, llamó bastards a la rama antieuropea del Partido Conservador, que se había rebelado contra el Tratado de Maastricht. En una entrevist...

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Resulta paradójico que la palabra inglesa "party" signifique a la vez fiesta y partido político. Brexit nos ha aguado the party en Reino Unido; o sea, una economía creciente y un sistema político liberal y abierto que sirvió de ejemplo a otros países. Y la razón es, indudablemente, the Party, en este caso el Partido Conservador británico.

Hay que remontarse a 1993 cuando el entonces primer ministro, John Major, llamó bastards a la rama antieuropea del Partido Conservador, que se había rebelado contra el Tratado de Maastricht. En una entrevista, cuando creía que el micrófono estaba apagado, Major expresó su miedo a que el Partido Conservador se partiese “en miles de trocitos.”

He ahí el núcleo de la razón para el Brexit. David Cameron intentó cerrar la eterna división del partido sobre Europa con su referéndum y, como se está viendo en Italia estos días con el Partido Democrático, los referendos no hacen más que acrecentar las divisiones. Para Theresa May, un Brexit duro, donde Reino Unido sale del mercado único y no acepta la jurisdicción de la Corte Europea de Justicia, es inevitable. Si la primer ministro apostase por un Brexit más racional, uno que causara menos daño a la economía británica, los tories se partirían en dos y habría que convocar unas nuevas elecciones.

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Es casi irrelevante que la Cámara de los Lores acabe de enmendar el proyecto de ley para Brexit, garantizando los derechos de los ciudadanos de la UE que viven en Reino Unido y, además, que el Parlamento tenga el voto decisivo sobre el resultado de las negociaciones de Brexit. El proyecto ya se aprobó en la Camara de los Comunes y lo volverán a aprobar, quitando las enmiendas. El tono del país es de aceptación –jubilación para unos, resignación para otros.

Si hubiera otro referéndum mañana, es probable que el triunfo del Brexit superara el 52% del histórico 23 de junio de 2016

Si hubiera otro referéndum mañana, es probable que el triunfo del Brexit superara el 52% del histórico 23 de junio de 2016. Primero, porque no se ha realizado el pronóstico apocalíptico de la economía que argumentaban los de remain. Segundo, porque los proeuropeos siguen en shock, dispersos en varios partidos, sin una estrategia clara y con pocas armas para pelear contra un dogma que se ha disfrazado de patriotismo. Al igual que el Partido Demócrata en EE UU, ya no tienen credibilidad entre los que votaron Brexit, incluidos aquellos trabajadores británicos que la globalización ha dejado sin trabajo o con salarios bajos, y que apostaron por la salida de la Unión Europea con la (vana) esperanza de solucionar sus vidas.

Pero echarles la culpa a esos obreros por el voto sería un error. Hasta la City , que se nutre de la globalización, tiene un buen número de brexiters cuyo voto se debe, en gran medida, a la creencia de que el euro se va a pique y con ello la UE. Y eso es sin tocar el tema de la posible victoria de Marine Le Pen en Francia y los posibles resultados populistas en otros países, como Holanda.

Culpar a la Unión Europea ha sido una táctica ventajista utilizada por Gobiernos laboristas y conservadores durante décadas. Y cuando de pronto el Gobierno de Cameron intentó darle un vuelco y mandar un mensaje positivo sobre la UE, nadie se lo creyó. Los ingleses nunca se apuntaron al proyecto europeo de integración, sino que veían la Unión Europea como una oportunidad económica. Día tras día, año tras año, la prensa popular se apuntó al programa (se vendían más periódicos acusando a Bruselas de imponer una ley para que los plátanos vendidos en la UE fueran rectos) y al final lo llevaron a un extremo de mentiras xenófobas. Valga como ejemplo el titular del Daily Mail: “Trabajadores extranjeros se han quedado con 9 de cada 10 trabajos creados este año“.

A toda esta mezcla de razones, hay que añadir un sentimiento anti-Londres, anti-élite y nostálgico de la era del Imperio Británico. Es un error subestimar el rol de la emoción en un país cuyo estereotipo del inglés frio nada tiene que ver con la realidad. El hecho de que sin inmigrantes la economía británica no hubiera crecido, de que el éxito de la City venga de la mezcla de nacionalidades y acceso a la UE, son argumentos racionales en tiempos irracionales.

Yo también me apunto a esta época irracional y rehúso la desesperación. Igual que el otro 48% que votaron remain, no acepto que the party se haya acabado. La fe es lo único que nos queda.

Karina Robinson es consejera delegada de Robinson Hambro Ltd, una empresa inglesa de asesoría presidencial y cazatalentos para consejos. 

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