Editorial

Estabilidad bancaria

Hacen falta balances más eficaces para evitar nuevas convulsiones económicas

Luis Linde, gobernador del Banco de EspañaJULIÁN ROJAS

La magnitud de la crisis financiera sufrida entre 2008 y 2012 fue de tal intensidad que obligó a las reguladores financieros a tomar medidas excepcionales para prevenir el desmoronamiento de los sistemas financieros nacionales. Por esa razón resulta tan importante aclarar el papel del Banco de España durante ese periodo. Pero no es solo el Banco el que ganaría autoridad moral e influencia sobre el mercado financiero con una explicación detallada de los aciertos y errores cometidos durante la crisis; otras instituciones, bien sean políticas como el Congreso o estrictamente financieras como la C...

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La magnitud de la crisis financiera sufrida entre 2008 y 2012 fue de tal intensidad que obligó a las reguladores financieros a tomar medidas excepcionales para prevenir el desmoronamiento de los sistemas financieros nacionales. Por esa razón resulta tan importante aclarar el papel del Banco de España durante ese periodo. Pero no es solo el Banco el que ganaría autoridad moral e influencia sobre el mercado financiero con una explicación detallada de los aciertos y errores cometidos durante la crisis; otras instituciones, bien sean políticas como el Congreso o estrictamente financieras como la CNMV, deberían revisar sus actuaciones durante la convulsión económica mundial más grave desde el crash de 1929.

El estallido de la crisis, fechado oficialmente en la desaparición de Lehman Brothers, provocó un estrangulamiento grave en el mercado interbancario. A partir de ese momento, la situación de la operativa de los bancos españoles quedó profundamente alterada. Una situación de emergencia exige normas de supervisión y control excepcionales. El análisis de las decisiones de supervisión tomadas durante la crisis deberían tener en cuenta el carácter de situación de supervivencia y el choque que supuso para los reguladores —también para el BCE, para la Reserva Federal, para el Banco de Inglaterra y para el Banco de Japón— una crisis sin precedentes.

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Al Banco de España le corresponde ahora recomponer esquemas claros y efectivos de inspección y control de las entidades financieras. Los bancos españoles, a pesar de los costes de saneamiento del Banco Popular, que probablemente serán suficientes para presentar unos balances sólidos en 2017, están hoy en mejor situación que los bancos alemanes (en su conjunto) o los italianos, por poner dos ejemplos significativos en Europa. Lo cual da pie a una interpretación ambivalente: si bien la reforma financiera en España debió haber sido más rápida y más profunda desde el primer momento, hoy el mercado financiero español está correctamente estabilizado. y eso es mérito también del regulador.

El papel de las instituciones económicas y financieras durante la crisis sigue a la espera de un balance global, acaso porque este país carece de entidades independientes que estudien con rigor la actuación de las instituciones al margen de presiones partidistas. La tribuna del gobernador del Banco de España, Luis M. Linde —publicada ayer en este periódico—, muestra la envergadura de las tensiones que la crisis trasladó a la economía real y el complejo y dramático panorama al que tuvo que enfrentarse el regulador para evitar la quiebra de numerosos entidades financieras que ya venían lastradas por la burbuja crediticia e inmobiliaria.

Su intervención clarifica su voluntad de proteger el interés general. De lo que no se trata es de una búsqueda histérica de culpables institucionales, ni de una relación de hechos y decisiones (que ya fueron relatados en el Congreso), sino de saber con exactitud qué errores se cometieron, qué aciertos pueden aprovecharse y cómo pueden definirse políticas de supervisión más eficaces para próximas convulsiones económicas y bancarias.

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