MIRADOR

Teatro

Cuando la vida parece que no basta se recurre a la ficción

El asesino de Andrei Karlov tras efectuar los disparos que acabaron con la vida del embajador.Burhan Ozbilici (AP)

No es raro que el fotógrafo de Associated Press Burhan Ozbilici echase mano de un recurso habitual para explicar su trabajo en el atentado contra el embajador ruso. Pensó, en cuanto vio que el terrorista sacaba la pistola, que se trataba de una obra de teatro. Siempre ocurre que cuando la vida parece que no basta se recurre a la ficción. Aparece una pistola en una aburrida inauguración de fotografía y uno en lo primero que piensa es en el teatro; aquí tenemos, por tanto, una seña de distinción que todavía sobrevive ante el terrorismo: no nos lo creemos. No es tan habitual como para pensar que ...

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No es raro que el fotógrafo de Associated Press Burhan Ozbilici echase mano de un recurso habitual para explicar su trabajo en el atentado contra el embajador ruso. Pensó, en cuanto vio que el terrorista sacaba la pistola, que se trataba de una obra de teatro. Siempre ocurre que cuando la vida parece que no basta se recurre a la ficción. Aparece una pistola en una aburrida inauguración de fotografía y uno en lo primero que piensa es en el teatro; aquí tenemos, por tanto, una seña de distinción que todavía sobrevive ante el terrorismo: no nos lo creemos. No es tan habitual como para pensar que está pasando de verdad. Ninguna lógica obliga a imaginar que cuando un hombre saca delante de nosotros una pistola, apunta a otro hombre y le dispara, es porque lo quiere matar.

Por tanto, superados esos segundos, Ozbilici siguió haciendo su trabajo. Que era, en aquel momento, el trabajo más delicado del mundo. Un terrorista acaba de disparar a un hombre, levanta la pistola, la apunta hacia la multitud y grita que su dios es más grande que ninguno. Ante ese panorama, Ozbilici no puede hacer otra cosa que apuntar al terrorista, centrar el objetivo y disparar; se mantiene así, de pie, delante del asesino. Luego escribió un texto en Associated Press, la agencia en la que trabaja: “Estaba asustado y sabía que corría peligro si el pistolero se giraba hacia mí. Pero avancé un poco y le fotografié mientras él intimidaba a su audiencia cautiva. Esto es lo que pensaba: ‘Estoy aquí. Aunque me disparen y me hieran o me maten, soy un periodista. Tengo que hacer mi trabajo. Podría salir corriendo sin hacer ninguna fotografía. Pero no tendría ninguna respuesta apropiada si alguien me preguntara más tarde por qué no saqué ninguna foto”.

Uno de los déficits más significativos de esta profesión tiene que ver con las respuestas apropiadas. Es difícil encontrarlas. Cuando se encuentran a veces es duro descubrirlas. Pero lo peor sigue siendo no tenerlas. Ocurre que hay que pensar en muchísimas cosas durante un segundo antes de pensar en la fundamental, que es poner tu vida a salvo. Siempre he creído que un buen periodista es el que no deja saber a un amigo dónde acaba la amistad y empieza la fuente, del mismo modo que un fotógrafo en el discurso de inauguración de una exposición sabe que se puede convertir en un fotógrafo de guerra dándose un último lujo: pensar, como pensaría cualquiera, que se está haciendo teatro.

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