El colectivo son los hombres

Manifestación con motivo del Día de la Mujer, el pasado marzo. Samuel Sánchez

Hace años (no tantos) aprendí a hablar de mujeres. Por cultura, por la misma que tuve que desaprender muchas cosas para poder afirmar que soy feminista. Porque serlo cuesta y solo tras digerirlo, entendí que lo correcto era mencionarnos en plural, como mujeres. El singular nos empequeñecía por el mismo efecto que los derechos de los trabajadores disminuirían si hablásemos en singular. Pero ojo, tampoco vale la consideración de que las mujeres (ahora sí, en plural) somos un colectivo. Entenderlo así nos excluye. No es nuevo: el lenguaje y sus malversaciones, señoras y señores (y ojo, aquí nadie...

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Hace años (no tantos) aprendí a hablar de mujeres. Por cultura, por la misma que tuve que desaprender muchas cosas para poder afirmar que soy feminista. Porque serlo cuesta y solo tras digerirlo, entendí que lo correcto era mencionarnos en plural, como mujeres. El singular nos empequeñecía por el mismo efecto que los derechos de los trabajadores disminuirían si hablásemos en singular. Pero ojo, tampoco vale la consideración de que las mujeres (ahora sí, en plural) somos un colectivo. Entenderlo así nos excluye. No es nuevo: el lenguaje y sus malversaciones, señoras y señores (y ojo, aquí nadie se escandaliza ante la utilización de los dos géneros), importan, claro que sí.

Lo decía bien claro el otro día la socióloga Soledad Murillo en una jornada sobre Género e Inclusión organizada por la Fundación Atenea. "No comparto que a las mujeres, que somos el 51% de la población, según datos del INE en enero de 2016, se nos trate de colectivo. Porque la minoría —eso sí, con poder y privilegios— son hombres. El problema es que siga habiendo temas de género, y no imparcialidad y democracia en todos los sectores", apuntaba una de las madres de la ley de igualdad. Y puestos, cifras en mano, el colectivo serían ellos, que son menos, sugiero yo…

La malversación de ese significado que nos hace seguir siendo inscritas en planes específicos, en círculos, en subcomisiones, y el del término conciliación (y no corresponsabilidad) fueron los temas que más se repitieron durante el encuentro, celebrado en el corazón del Ayuntamiento de Madrid, que vibró durante todo el día por un claro discurso feminista y revolucionario: se buscaban soluciones para la igualdad.

No comparto que a las mujeres, que somos el 51% de la población, según datos del INE en enero de 2016, se nos trate de colectivo. Porque la minoría —eso sí, con poder y privilegios— son hombres. Soledad Murillo

Se trataba de evidenciar las nueve vulnerabilidades que Atenea considera son importantes contemplar para que todos y todas seamos ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho. El planteamiento era claro: si no analizamos el acceso a la vivienda, al empleo —con una brecha de género del 20% en nuestra contra—, la salud de unos y otras (donde por el mero hecho de ser mujeres nosotras pagamos físicamente la factura de ser cuidadoras de forma casi exclusiva); la educación y los techos de cristal; la economía (basada en un patrón que habla y premia los afterworks para esos señores que son el 49%, entre otras cosas); la participación de la ciudadanía, las relaciones macrosociales... seguiremos siendo parte de un modelo excluyente o un colectivo que debe asumir asuntos propios de su género, como la maternidad.

“Los derechos de las mujeres no son los de los Derechos Humanos, son los de cuidar”, se escuchó, al tiempo que se repetía que hay que cambiar las políticas neoliberales basadas en una violencia estructural que castiga a mujeres. “¿Dónde están las mujeres en la nueva política?”, se preguntaba uno de los ponentes mientras apelaba a la necesidad de que los hombres pierdan privilegios.

Hablaban Carlos Molina, María Pazos, María del Mar García Calvente, Alicia Miyares, Soledad Muruaga, Lina Gálvez, Octavio Salazar, Beatriz Ranea y Pilar Foronda, entre otros. El cierre lo puso Criaturas del Aire, un grupo de músicas y feministas, cómo no. Antes se recordaron algunas proclamas ya conocidas pero que seguro es bueno recordar: “Lo personal es político” y el feminismo como compromiso ético, algo que la Fundación Atenea parece tener claro. Porque ellos, que nacieron hace tres décadas para atender a la población drogodependiente, consideran fundamental poner la vista en el género para poder hablar de una ciudadanía plena, la de ellas, la de nosotras, ese “pequeño” grupo del 51% de la población.

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