Editorial

Examen vasco en septiembre

El PNV quiere evitar que la crisis de gobernabilidad española condicione las autonómicas

Iñigo Urkullu, lehendakari vascoEFE

El lehendakari ha decidido adelantar al 25 de septiembre las elecciones autonómicas vascas del próximo otoño para evitar que puedan coincidir con unas eventuales terceras elecciones generales, hipótesis que no considera descartable. Evitar esa coincidencia tiene que ver con el deseo de impedir que los problemas de la política española condicionen la agenda estrictamente vasca y eviten que juegue a favor del PNV la tradicional diferencia de comportamiento electoral en las autonómicas, siempre más favorables para las fuerzas nacionalistas que las generales.

Las celebradas el 26-J dieron c...

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El lehendakari ha decidido adelantar al 25 de septiembre las elecciones autonómicas vascas del próximo otoño para evitar que puedan coincidir con unas eventuales terceras elecciones generales, hipótesis que no considera descartable. Evitar esa coincidencia tiene que ver con el deseo de impedir que los problemas de la política española condicionen la agenda estrictamente vasca y eviten que juegue a favor del PNV la tradicional diferencia de comportamiento electoral en las autonómicas, siempre más favorables para las fuerzas nacionalistas que las generales.

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Las celebradas el 26-J dieron como vencedor en Euskadi a Unidos Podemos (UP). Una trasposición de sus resultados a unas autonómicas daría 25 escaños a UP, 18 al PNV, 11 al PSE, 10 a EH-Bildu, otros 10 al PP y uno a C’s. Es decir, un panorama electoral tan difícil de gestionar como el del conjunto de España. Pero sondeos como el reciente Sociómetro del Gobierno vasco destilan un mapa bastante diferente, con el PNV en primera posición (24 escaños) y un empate a 17 entre UP y EH-Bildu.

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Lo más llamativo de los resultados del 26-J es que UP no solo sea la primera fuerza en el País Vasco, sino que sea en esta comunidad (y en Cataluña) donde ha obtenido sus mejores registros, en contraste con la pérdida de más de un millón de votos en el conjunto de España. Y que ese ascenso guarde en Euskadi una fuerte correlación con el retroceso continuado de EH-Bildu. Durante años se daba por seguro que la desaparición de ETA implicaría el hundimiento electoral de su brazo político, pero los datos no lo confirmaron.

En las autonómicas de 2012 el voto deferente de un sector del electorado contribuyó a que la izquierda abertzale se convirtiera en segunda fuerza vasca, tras el PNV. Pero luego no ha dejado de retroceder, especialmente desde que Podemos ofreció una vía de desagüe capaz de recoger los votos del electorado abertzale, con el derecho a decidir como banderín de enganche; y conformando un espacio intermedio de soberanismo no independentista que explica que la identificación con la independencia haya retrocedido del 30% al 20% en dos años, según el Sociómetro. Todo lo cual se pondrá a prueba el 25 de septiembre.

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