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Coordinado por Lola Huete Machado

Artivismo: 48 gritos pintados y cantados contra el "apartheid"

Hoy, como nos recordaba Chema Caballero esta semana, se cumplen cuarenta años de la masacre de Soweto.

A modo de homenaje, esta noche se inaugura en Casa África Artivismo, una exposición de 48 carteles, que versa sobre el papel de la cultura en la lucha antiapartheid, centrándose en el diseño gráfico, en la música y en colectivos culturales y políticos y discográficas semiclandestinas que desafiaron las leyes racistas en los años 70 y 80 del siglo pasado para acabar con el régimen segregacionista del país africano. Su comisaria se llama Estefanía Pereira Tavira y la muestra se apoya en la colaboración del Archivo Histórico de Sudáfrica (SAHA) y de Casa África, donde Estefanía realizó sus prácticas y montó e investigó este proyecto.

En Artivismo se pueden rastrear referencias a ese 16 de junio particular sobre el que pesan cuatro décadas. Entre ellas, destaca un cartel con la imagen del escolar de doce años Hector Pieterson, asesinado a tiros tal día como hoy, en 1976, en las míticas calles de Soweto. La tomó un fotógrafo también sudafricano, Sam Nzima, cuando la policía reprimía brutalmente una manifestación de niños y adolescentes que no querían que el afrikáans se impusiera como materia obligatoria en sus escuelas. Hector flota en brazos de su amigo Mbuyisa Makhuba y a la vera de su hermana Antoinette, que alza las manos en el aire, descompuesta, con una expresión irrepetible en la cara, mezcla de incredulidad ante la tragedia, inocencia desbaratada y miedo. Es una fotografía que dio la vuelta al mundo hace 40 años y que conectó el sufrimiento de los negros sudafricanos con la opinión pública mundial. Como un puñetazo directo al estómago del planeta.

La muerte de Hector precedió a varios estados de excepción, muchos más muertos -unos célebres, como Steve Biko o Chris Hani; otros desconocidos- y muchos conciertos, como el de la gira Graceland de Paul Simon en Zimbabue, en pie de igualdad con toda la resistencia musical sudafricana en el exilio. En realidad, la masacre de Soweto sigue y, al tiempo, precede a otras masacres y también a muchas expresiones artísticas que fueron instrumentos de paz y armas contra la opresión.

Estefanía Pereira Tavira (Las Palmas de Gran Canaria, 1991) no conoció, en realidad, el apartheid.

Ella nació con Nelson Mandela libre, lejos ya del helor de su famosa celda de Robben Island e inmerso en las negociaciones para convertir Sudáfrica en una democracia. Cuando Estefanía cumplió tres años, Mandela se convirtió en el primer presidente democrático de la república sudafricana y se celebró la defunción oficial del apartheid. Mandela se hizo carne entre los suyos después de 27 años entre rejas, etiquetado como terrorista. El apartheid tenía ya entonces su recorrido: era la forma oficial de organización social y política sudafricana desde 1948. Mandela se las arregló para que no le olvidaran en 27 años de cautiverio y para devenir inspiración para artistas y músicos de todo el mundo, desde Miriam Makeba a Bruce Springsteen pasando por Hugh Masekela, Tabu Ley Rochereau o U2.

Él y el apartheid son historia y Estefanía se ha convertido en historiadora.

Cultura y política

A modo de resumen, se puede decir que Artivismo es la respuesta desde la cultura a un rosario de leyes y medidas que tintaron de vergüenza la historia contemporánea de Sudáfrica y de nuestro mundo: la ley del pase, que impedía el libre movimiento de los negros; la educación bantú, diseñada para mantenerles en la subordinación y una calculada ignorancia ("muchas asignaturas estaban prohibidas, como el arte"), o una legislación laboral que ponía un techo infranqueable a sus ambiciones y determinaba un salario inferior al de sus homólogos blancos. También incluye en este catálogo de afrentas los estados de excepción que reventaban las cárceles sudafricanas de opositores y activistas, presos políticos reducidos a la etiqueta "terrorista" por las autoridades. Y coloca como posdatas la negación del derecho al voto, una vivienda digna o la salud a la población negra o el servicio militar obligatorio de todos los mayores de 16 años para luchar contra los movimientos de liberación hermanos que intentaban cruzar las fronteras.

"El conjunto resultante nos parece que es un instrumento interesante para poder estudiar esta etapa histórica, porque va plasmando los principales acontecimientos y reivindicaciones que van teniendo lugar en esa época, y también es un espacio de reflexión acerca de cómo el arte fue un instrumento que contribuyó a la derogación del apartheid", precisa Estefanía.

En las paredes de las salas expositivas de Casa África se leen lemas que marcaron una época: el pueblo gobernará, África regresa, la lucha continúa. Los colores se cargan de significado, desde el panafricanismo y la negritud. Puños alzados, cadenas rotas, mujeres que se rebelan o sufren, estudiantes alzados. Todo firmado por colectivos culturales próximos a partidos como el Congreso Nacional Africano, la Lanza de la Nación o el Partido Comunista o a sindicatos como el combativo y poderoso Cosatu, con carácter divulgativo y callejero, a veces anónimo, arriesgándose a represalias. En conexión, ya antes de la globalización galopante, con otras formas de protesta y líneas estéticas cargadas de política: la cartelería soviética o la estadounidense ligada a los Panteras Negras. "Era la forma que la sociedad tenía de unirse en la lucha contra el apartheid".

En lo que respecta a la música, Estefanía Pereira habla de vericuetos para evitar la censura, bandas multirraciales y exilio, relumbrantes combos internacionales y conciertos de solidaridad y para reunir fondos para la causa, composiciones emblemáticas como Sun city. También discográficas singulares: una de ellas, quizás la más popular (Shifty Records), en una caravana, y que servía de estudio para los músicos negros y las protestas musicadas.

"Tratamos de mostrar cómo la música aportó su grano de arena en la difusión de mensajes antiapartheid", explica Estefanía Pereira. "Algo que no quedó sólo relegado al ámbito sudafricano, sino que también formó parte de la cultura musical occidental a través de actuaciones de artistas de renombre".

Y de canciones que nos vienen a la mente, cuando se alinearon las estrellas del pop, el rock y las "músicas del mundo" de las dos orillas. Como el hipnótico Biko de Peter Gabriel, que nos tocó la conciencia y nos clavó la causa antiapartheid en el alma, a miles de kilómetros y años luz de Soweto.

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