Columna

En blanco

Azcona me dijo que quería votar en las elecciones de ese 9 de marzo para demostrar que, aun en plena agonía, seguía siendo un ciudadano responsable

El guioniste de cine Rafael Azcona.JULIÁN ROJAS

El 9 de marzo de 2008 hubo en España elecciones generales y ese día el guionista de cine Rafael Azcona estaba a punto de entrar en coma. Murió poco después de cáncer de pulmón, un auténtico morlaco, que le había apartado de los amigos con los que al final solo se comunicaba por teléfono. La última vez que hablé con él me contó con la voz cascada la historia de aquel señorito obsesionado con el deporte que participaba en los maratones asistido por un criado que corría a su lado con un cubo lleno de agua y una esponja para refrescarlo y limpiarle el sudor. Ocurrió que al señorito en una de las p...

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El 9 de marzo de 2008 hubo en España elecciones generales y ese día el guionista de cine Rafael Azcona estaba a punto de entrar en coma. Murió poco después de cáncer de pulmón, un auténtico morlaco, que le había apartado de los amigos con los que al final solo se comunicaba por teléfono. La última vez que hablé con él me contó con la voz cascada la historia de aquel señorito obsesionado con el deporte que participaba en los maratones asistido por un criado que corría a su lado con un cubo lleno de agua y una esponja para refrescarlo y limpiarle el sudor. Ocurrió que al señorito en una de las pruebas le dio un síncope y murió en mitad de la carrera, pero el criado cargado con el cubo siguió corriendo y ganó el maratón. Luego Azcona me dijo que quería votar en las elecciones de ese 9 de marzo para demostrar que, aun en plena agonía, seguía siendo un ciudadano responsable. Votó a su manera. En 2008 los socialistas obtuvieron la victoria con 169 escaños frente a los 154 del Partido Popular y a continuación sobrevino la crisis, que nos ha llevado hasta el borde del acantilado, donde hoy los líderes políticos, con la incompetencia congénita para llegar a un pacto, ante las urnas puestas de nuevo a hervir cuentan los futuros votos como aquellas abuelas que sobre el mantel de hule en la cocina contaban las habas. Rafael Azcona quería votar a toda costa, pero los cuidados paliativos le tenían postrado. No obstante requirió los servicios de un notario para que levantara acta formalmente de su voto por correo. Cinco días antes de las elecciones el notario se presentó ante su lecho y Rafael Azcona usó la última fuerza que le quedaba en la mano para realizar un acto lúcido y demoledor, que puede servir de ejemplo y aviso. Cogió el sobre e introdujo en él la papeleta en blanco. Poco después entró en coma y cruzó la meta del último maratón.

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