Tentaciones

'Botched': el 'reality' de muñecos rotos de la cirugía estética

Silicona descolgada, labios a punto de explotar, rinoplastias llevadas al límite... Lo último en la televisión es arreglar (ante una cámara) lo que otro cirujano dejó hecho un desastre

Jordan James Parker, uno de los participantes, que se obsesionó con parecerse a Kim KardashianE!

En un país como EE UU en el que el nivel de destrozos de la cirugía estética es proporcional al elevado número de operaciones que se hacen, no es de extrañar que existan médicos dedicados a reconstruir lo que otros han dejado hecho un desastre. Y, como en EE UU todo tiene cabida, estas prácticas médicas tienen  hasta su propio espacio de televisión: Botched.

La cadena E!, responsable de haber llevado al éxito a la familia más mediática del último lustro gracias a Keeping Up With The Kardashians, es el lugar en el que e...

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En un país como EE UU en el que el nivel de destrozos de la cirugía estética es proporcional al elevado número de operaciones que se hacen, no es de extrañar que existan médicos dedicados a reconstruir lo que otros han dejado hecho un desastre. Y, como en EE UU todo tiene cabida, estas prácticas médicas tienen  hasta su propio espacio de televisión: Botched.

La cadena E!, responsable de haber llevado al éxito a la familia más mediática del último lustro gracias a Keeping Up With The Kardashians, es el lugar en el que este programa, que va bastante más allá que los realities que muestran como alguien cambia su aspecto, ha encontrado su lugar. Con un gran despliegue de imágenes difuminadas y una pareja de doctores, Dubrow y Nassif, la temática es tan sencilla como arreglar senos que nunca debieron aumentarse hasta determinados límites o corregir inyecciones con materiales de dudosa procedencia en labios o las nalgas. Desde 2014 lleva esta inquietante pareja de facultativos dedicados a reconstruir lo que otros mal hicieron.

E!

Senos horriblemente aumentados, sí, pero también pacientes extremos como una mujer a la que las rinoplastias la dejaron prácticamente sin nariz o freaks mediáticos como el chaval que se sometió a operaciones por valor de 70.000 euros para parecerse a Justin Bieber. Toby Sheldon terminó muerto en un Motel de carretera para espanto de los que seguían sus andanzas en tabloides y redes sociales, pero el programa poco tuvo que ver ante una persona que se dejó los ahorros de toda una vida para no reconocerse frente al espejo. Él fue la excepción.

Botched es un programa luminoso. Ahora que prepara una nueva entrega, compuesta por un máximo de ocho capítulos, hay que recordar a la pareja de conejitas de Playboy, Kristina y Klarissa Shannon, que acudieron para corregir el descuelgue de un pecho de varios kilos de peso a pesar de seguir viviendo en un mundo mayoritariamente rosa y de mantener un perímetro torácico del tamaño de una plaza de toros. En ningún lugar sobre la faz de la tierra, con el permiso de Miami, podría tener un programa como este más sentido que en Los Ángeles donde el aspecto físico prima absolutamente sobre cualquier otra parcela de la vida.

A pesar de ser una emisión explícita en la que las operaciones se ven (o disfrutan, allá cada cual con sus filias) los resultados suelen conseguir la felicidad de los participantes. Así lo demuestra el hecho de las reuniones que se suelen emitir después de las temporadas en las que los participantes acuden a contar cómo se desarrolla su nueva vida, después de que las manos de Dubrow o Nassif hayan solucionado el desaguisado que los hacía infelices. No hay moralina en el programa, cada uno acude libremente y son los doctores quienes ante la cámara dicen si el problema tiene o no solución, pero en ningún caso juzgan las operaciones ni el haberlas hecho en condiciones lamentables por ahorrarse unos dólares.

E!

Su éxito, minoritario en EE UU -pero demoledor- para una cadena de cable, hace que más de un millón de personas vean el programa y se basa, muy probablemente, en el morbo de la cirugía y la sangre. Pero también influye que algunos participantes sean celebridades de un realities, modelos de revista erótica o actorcillos de medio pelo (de los que muchas veces ni siquiera tendrían frase en CSI). En ocasiones hay participantes anónimos, cierto, pero la inmensa mayoría son juguetes rotos de la televisión, novios de o algún otro cargo similar.

E!

Quizás por ello, España, donde esos personajes se multiplican al amparo de realities de poca monta, sería la parada perfecta si el programa decidiera vender sus derechos alrededor del mundo. Nunca un cambio de imagen gracias al bisturí había dado tanto que hablar como en su día lo hizo el de Loly Álvarez (Crónicas Marcianas) o más recientemente Ylenia Padilla (Gandia Shore).  

¿No sería el momento ideal de tirar de agenda y llamar a Yola Berrocal, Malena Gracia o Sonia Monroy para que se miren los retoques que ya van cumpliendo años? Ni el Patito Feo ni la versión española de Cambio Radical fueron grandes rompeaudímetros, pero las viejas glorias, la decadencia y los juguetes rotos siempre han aumentado el morbo de la televidentes.

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