Cartas al director

Sobre gorriones y humanos

Mi infancia estuvo llena de gorriones. En aquella época, humanos y gorriones éramos enemigos irreconciliables. Todo porque las pobres criaturas nos hurtaban un puñado de granos de aquellas míseras cosechas y sembrados. Pobres ignorantes, solo considerábamos los daños que nos infringían; nunca los beneficios, que eran muchos y variados. Afortunadamente, ahora ya sabemos que la singular asociación entre humanos y gorriones, en pueblos y ciudades, siempre ha sido fructífera para ambas partes. Según los estudiosos, no solo ayudan a controlar plagas y dispersar semillas, sino que son un excelente i...

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Mi infancia estuvo llena de gorriones. En aquella época, humanos y gorriones éramos enemigos irreconciliables. Todo porque las pobres criaturas nos hurtaban un puñado de granos de aquellas míseras cosechas y sembrados. Pobres ignorantes, solo considerábamos los daños que nos infringían; nunca los beneficios, que eran muchos y variados. Afortunadamente, ahora ya sabemos que la singular asociación entre humanos y gorriones, en pueblos y ciudades, siempre ha sido fructífera para ambas partes. Según los estudiosos, no solo ayudan a controlar plagas y dispersar semillas, sino que son un excelente indicador de nuestra calidad ambiental. Y esa calidad ambiental no debe de ser muy buena cuando se constata que están disminuyendo drásticamente, sobre todo, en las ciudades. Al parecer, las ondas electromagnéticas, la contaminación, la escasez de alimento y la falta de lugares para nidificar son algunos de los principales enemigos de los gorriones urbanos. Y, en el campo, la especie se enfrenta a la intensificación agraria, el empleo abusivo de plaguicidas y el abandono rural. Si, como parece, nuestras vidas están íntimamente ligadas a las suyas, ¿compartiremos el mismo destino?— Pedro Serrano.

 

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