Columna

Dedo fácil

Trascendió ayer que la reina Letizia le envió en 2014 mensajes de ánimo por un chat del iPhone a un amigo en apuros

Soy cotilla, impulsiva y malhablada de cojones, vaya eso por delante. Una combinación mortal para la reputación digital de cualquiera, la analógica hace tiempo que murió en combate. Encima, aunque me esté mal decirlo, peco de noblota de carácter, así que, si se me cita de frente, entro derechita al trapo y luego evalúo daños. Con todos estos datos quiero señalar que soy mujer de dedo fácil y que tengo callos en los pulgares de tanto aporrear el móvil hablando a diestro y siniestro con cualquiera que me entre en cualquier sitio a cualquier hora y sobre cualquier cosa. Porque esa es otra. Salvo ...

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Soy cotilla, impulsiva y malhablada de cojones, vaya eso por delante. Una combinación mortal para la reputación digital de cualquiera, la analógica hace tiempo que murió en combate. Encima, aunque me esté mal decirlo, peco de noblota de carácter, así que, si se me cita de frente, entro derechita al trapo y luego evalúo daños. Con todos estos datos quiero señalar que soy mujer de dedo fácil y que tengo callos en los pulgares de tanto aporrear el móvil hablando a diestro y siniestro con cualquiera que me entre en cualquier sitio a cualquier hora y sobre cualquier cosa. Porque esa es otra. Salvo todo lo relativo al sagrado magisterio de Su Santidad Ferran Adrià y sus Cien Mil Discípulos —es oír maridaje y entrar en fase REM aguda—, nada humano me es ajeno. Así que no sería la primera vez que se me calienta la sangre, se me despendola el índice y acabo enviando mis análisis de audiencias al grupo de WhatsApp de las marujas de zumba y la foto del antes y el después de mi depilación láser a los SEO del curro.

Trascendió ayer que la reina Letizia envió en 2014 mensajes de ánimo por un chat del iPhone a un amigo en apuros. Cómo la entiendo, señora. Un desliz lo tiene cualquiera. Que el amigo fuera Javier López Madrid, consejero delegado del grupo Villar-Mir, de los Villar-Mir de toda la vida, y que los apuros fueran la publicación de los gastos que el aludido realizó con una tarjeta black de Bankia son hechos circunstanciales. Lo execrable, según el chorreo de memes que le ha caído a la soberana en Twitter, es que se despidiera de su colega con un “compi yogui”. Pues bien, majestad, de yonqui a yonqui del móvil, oso comentarle que, aunque tenga delito, la cursilería no está tipificada como tal en ningún código. Ahora, dado que parece que practica yoga, podría visualizar la asana de la flor de loto y contar hasta 15 antes de enviar según qué mensajes a según qué íntimos. Om.

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