Columna

Dientes

En España puede uno morirse con un trasplante de pulmón, una rodilla de titanio y una erección financiada por la sanidad pública, pero sin un solo diente si no puede comprarlo

El verano pasado, de vuelta de un viaje y en vísperas de otro, se me puso farruca una muela. Tanto, que ni el Nolotil a chorro que me autoprescribí con la esperanza de engañar al dolor y aguantar otros cinco años pudo con la broca que me trepanaba el cerebelo. Lloré, blasfemé, maldije mi suerte. Pero era sábado y el lunes cruzaba el charco. Así que entré en una clínica pidiendo socorro y rezando lo que recuerdo. En 20 minutos me habían radiografiado, diagnosticado, presupuestado y cobrado por adelantado la extracción del molar y, de paso, la serie de arreglos que precisaba esa dentadura abando...

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El verano pasado, de vuelta de un viaje y en vísperas de otro, se me puso farruca una muela. Tanto, que ni el Nolotil a chorro que me autoprescribí con la esperanza de engañar al dolor y aguantar otros cinco años pudo con la broca que me trepanaba el cerebelo. Lloré, blasfemé, maldije mi suerte. Pero era sábado y el lunes cruzaba el charco. Así que entré en una clínica pidiendo socorro y rezando lo que recuerdo. En 20 minutos me habían radiografiado, diagnosticado, presupuestado y cobrado por adelantado la extracción del molar y, de paso, la serie de arreglos que precisaba esa dentadura abandonada a su suerte. Llamadme paranoica, pero como el odontólogo aparentaba 16 años, le pregunté si había acabado la carrera. “Y dos másteres por universidades americanas. Se los enseño luego, pero yo no dudaría de quien le va a hurgar con esto en la boca”, me respondió, amabilísimo, con una sonrisa de oreja a oreja y un pincho como de trinchar mamuts en la diestra. Sonó convincente.

Lo mío es un caso patológico de pavor al dentista. Pero puedo pagarlo. La mayoría tiene que endeudarse hasta las muelas, y eso si les dejan, no ya para lucir una sonrisa perfecta, sino para poder comer sin pajita. En España puede uno morirse con un trasplante de pulmón, una rodilla de titanio y una erección financiada por la sanidad pública, pero sin un diente en la boca si no puede comprarlo. Por cierto, era una clínica Vitaldent. No sé lo que cobrará mi encantador sacamuelas de los dos másteres. Lo que sí se ha sabido es que el dueño de ese emporio es un presunto sacacuartos que estafaba a sus franquiciados aprovechándose de la necesidad ajena. Los centros siguen funcionando sin novedad, lo certifico. Me falta que me hagan un mordedor, perdón, férula, para dejar de comerme los dientes por culpa de esta ansiedad asesina. Bruxismo, se llama, y no tiene nada que ver con brujas. Pero esa es otra columna.

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