Lo que todo el mundo puede hacer
PorBelén de la Banda, periodista.
Imagen: Blog de La Casa Encendida.
Ya sé que es tarde para un cuento de Navidad, pero quizá no tanto, todavía, para algún propósito de año nuevo, en este año en el que todo parece a punto de cambiar.Hace unos días me encontré de nuevo con Antonio y Pepi, amigos a los que no veo con frecuencia. A esta pareja no le sobra nada: él trabaja como conserje en un edificio de apartamentos de vacaciones en una localidad costera, y ella en la limpieza doméstica. Todo es muy justo para sacar adelante a sus dos hijos, y aunque no les falta ánimo, la vida es bastante complicada. Con frecuencia, cambiar unos zapatos que ya no sirven a uno de los chicos, o comprar los libros escolares es motivo de gran agobio para ellos, siempre con la sensación de no tener lo suficiente.
Para colmo, los dos últimos años han sido una carrera de relevos por la salud. A Pepi le empezó a doler la cabeza, y -después de no pocos avatares, retrasos y listas de espera- le encontraron en el cerebro un tumor que tenía su primario en otro lugar. Así que han estado yendo y viniendo al hospital, aguantando lo mejor posible el tratamiento y temiendo por su vida hasta que en los últimos meses el cáncer perdió la partida, y poco a poco empezaron a salir a caminar, a respirar de nuevo, a recuperar las fuerzas.
En otoño Pepi ya ha podido empezar a trabajar de nuevo, quizá con otro ritmo, pero con la seguridad de que el futuro está al alcance de la mano. Y en Navidad ha pensado que sería muy bueno hacer por otras personas lo que las voluntarias de una organización social han estado haciendo por ella: darle ánimo, compañía, seguridad, alegría. Así que se ha animado por primera vez en su vida a hacer un voluntariado con las niñas y niños de la planta oncológica de su hospital.
Al principio, no sabía si sería capaz. Los primeros momentos le resultaron muy duros, me decía. Le cuesta aún ver a los niños enfermos, especialmente los que tienen la edad de su hijo pequeño, o los que incluso en Navidad tienen que estar internados porque la enfermedad no les da ni un respiro. Ella sabe por experiencia propia lo difícil que es soportar los tratamientos que afrontan, tan pequeños, y lo mal que se sienten en muchos momentos. Pero después de los primeros momentos, se dio cuenta de que todo eso iba quedando atrás. Este voluntariado cada vez le resulta más gratificante, y en muchos momentos hasta divertido. "Voy para llevarles alegría, no para ponerme a llorar y que se pongan tristes, así que lo que tenga que sufrir lo sufro después, cuando me pongo a pensarlo. Pero allí lo pasan bien ellos, y lo paso bien yo".
El mejor momento del año han sido las fiestas de Navidad. Convenció a Antonio para que aprovechara su característica barriga en algo útil y se disfrazara de Papá Noel, y así darles una alegría a los niños y niñas de la clínica. Y juntos han pasado los mejores momentos, los más inolvidables en muchos años. "Yo siempre había pensado que bastante tenía con mis problemas y preocupaciones, y es verdad que preocupaciones no nos faltan. Pero las penas se ven de otra manera cuando puedes hacer algo bueno, o ver que otros contigo están mejor. Qué pena que nos cueste tanto darnos cuenta de una cosa tan tonta."
Las reflexiones de esta mujer me resultan tan sabias como emocionantes. Y pienso en todas las posibilidades que tenemos a nuestro alrededor: es posible contribuir a que las cosas cambien a mejor de muchas maneras, si abrimos los ojos a lo que tenemos alrededor. Se trata de elegir una causa, grande o pequeña, y hacer lo que somos capaces de hacer. De transformar los cuentos de Navidad en propósitos de año nuevo.