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Sostenibilidad y reinserción para delincuentes

La prisión de Iwahig es la granja penal donde sus más de 3.000 reos pueden vivir con sus familias, trabajar y cobrar un salario

Dos centenares de criminales trabajan el campo en la Prisión y Granja Penal de Iwahig; a 14 kilómetros de la capital, Puerto Princesa. : La prisión de Iwahig es la granja penal con mayor producción de Filipinas. Sus 26.000 hectáreas cuentan con arrozales, zonas de pesca, animales, el espeso manglar costero y una cadena montañosa,Ángel L. Martínez Cantera
De los más de 3.000 presos, sólo los 400 de máxima seguridad están aislados. Los de grado medio visten camisetas azules y se encargan de las tareas del campo.Ángel L. Martínez Cantera
Los presos de categoría media reciben un estipendio mensual de de 100 pesos (1,9 euros), mientras que los de mínima seguridad 200 (3,8 euros). El 50% de sus ganancias se almacenan en una cuenta, de donde se extraen cuando acaban sus condenas.Ángel L. Martínez Cantera
Los delincuentes descansan para almorzar, momento en el que se hace el segundo recuento del día. A las 5 de la tarde pasarán revista de nuevo para volver a los barracones.Ángel L. Martínez Cantera
Oscar Omisol, de 62 años, viste la camiseta beige distintiva de los reclusos de mínima seguridad. Lleva 23 años de condena, dos de ellos como jardinero en Iwahig.Ángel L. Martínez Cantera
La prisión destina parte de la producción para la dieta de los convictos. Con los ingresos de las reservas restantes, se mantiene a los reos y se gestionan los programas de reinserción.Ángel L. Martínez Cantera
Según el superintendente Antonio C. Cruz, director de la prisión, sólo el 30% de lo recaudado por los programas de trabajo se utiliza para el mantenimiento de los proyectos y para el sustento de los reclusos.Ángel L. Martínez Cantera
Furgonetas cargadas con familiares de los reclusos llegan a diario a Iwahig. Algunos se quejan de que sus familias no viven en Palawan y no pueden visitarles.Ángel L. Martínez Cantera
Effren Espinosa, de 36 años, está condenado por un apuñalamiento en el que él también recibió varios tajos. Es uno de los pocos convictos con vivienda dentro de Iwahig.Ángel L. Martínez Cantera
Laurence Punciano, de 58 años, fue sentenciado a tres cadenas perpetuas por asesinato. Cumplida su sentencia, no ha abandonado la prisión y ahora es párroco de la Iglesia de Cristo en Iwahig; donde vive con su mujer y sus hijos.Ángel L. Martínez Cantera
Los convictos también venden sus pinturas y trabajos de artesanía a los turistas que llegan al edificio de visitantes.Ángel L. Martínez Cantera
Un grupo de convictos baila para los turistas a cambio de donativos. Los bailes son una de las atracciones turísticas de la prisión de Iwahig.Ángel L. Martínez Cantera
Rafael, de 29 años, preferiría pasar su condena en otra prisión aunque sabe que las condiciones son peores. Dice que echa de menos las visitas de su familia y que su única compañía es la de los turistas y la de su perro ‘Butch’.Ángel L. Martínez Cantera
Enrique Ymsom, de 63 años, es uno de los presos de máxima seguridad. Intentó escapar de la prisión hace unos años y ahora es el intendente del edificio que alberga a los criminales más peligrosos de la cárcel de Iwahig.Ángel L. Martínez Cantera
Edwin, de 46 años, vende dulces a las hijas de James Ali en la piscina natural de la prisión de Palawan. James cree que Iwahig es el comienzo de la segunda oportunidad que estos presos merecen.Ángel L. Martínez Cantera