Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí

10 consejos para dejar de jugar con la comida

¿Es el supermercado un mercado realmente «súper»? En Francia van camino de serlo gracias a la nueva Ley de Transición Energética, que obligará a las grandes superficies a donar los productos perecederos desechados. El objetivo del Gobierno francés es reducir el despilfarro alimentario a la mitad para el año 2025.

Me pregunto por qué obligamos a los niños desde que los sentamos en la trona a « rebañar el plato, que la comida no se tira » y luego consentimos, como sociedad, que los supermercados -y también los otros agentes de la cadena alimentaria- no se acaben el suyo. Exigimos a los débiles (los niños) que cumplan con una ley moral que no rige para los fuertes o, si se prefiere, para los « mayores ». Y léase por mayores, los padres, los agricultores, los comerciantes, las grandes superficies, los restaurantes... ¿Cuándo pondremos fin a esta doble moral? Se deshechan ya antes de llegar al comercio las frutas y verduras « feas », las que presentan rasguños o muescas, con el argumento peregrino de que el comprador no está interesado en ellas. Por no hablar de los pescados que se descartan ya en alta mar y se devuelven sin vida al agua.

, que ven como otra nueva normativa a implementar. Se quejan de que no son los grandes derrochadores dentro de la cadena alimentaria, ya que su despilfarro sólo representa el 5% del total. Y llevan gran parte de razón. El mayor despilfarro se produce en los hogares.

¿Qué pasaría si en vez de señalar al vecino por una vez cada uno de nosotros asumiera su parte de responsabilidad y actuara en consecuencia? ¿Qué pasaría si los supermercados españoles, algunos de los cuales son de capital francés, tomaran la iniciativa de autoprohibirse el despilfarro y no esperaran a que la legislación les ponga entre el cubo de basura y la pared? ¿Qué pasaría si los restaurantes prefirieran dar el resto del plato a sus clientes para que se lo lleven a casa en vez de desperdiciarlo? ¿Qué pasaría si los consumidores compráramos lo que realmente comemos y comiéramos todo lo que compráramos? Según la FAO, tiramos el 18% de lo que compramos para comer.

Porque el despilfarro no es un asunto privado de las empresas ni de los particulares, por mucho que mi cocina parezca restringirse al ámbito de la esfera privada. Es de hecho un escándalo de alcance planetario, como bien denuncia Tristram Stuart, un activista británico que se convirtió en el apóstol de la causa a raíz de la publicación de su libro « Desfilfarro ». En él se lee, entre otras lindezas, que se desperdicia más comida en el mundo que la que podrían comer las personas hambrientas. Estamos hablando de la vida de unos 1.000 millones de personas. Avaaz ha montado una petición global y online para que entre todos consigamos que Francia sienta precedente y otros países, como España, tomen también medidas al respecto.

Y yo, como mera consumidora, me permito compartir 10 consejos de sentido común, por si a alguien le sirven para poner freno a su desperdicio alimentario. Que cada palo aguante su vela y quizá entre todos consigamos torcer el rumbo.

Hacer una lista de menús para la semana

Hacer la lista de la compra en función de la lista de menús y ceñirse a ella

No dejarse tentar por las ofertas 3x2 de productos perecederos, porque a menudo ese tercer paquete « gratis » acaba en el cubo de la basura

No ir al super con el estómago vacío para evitar las compras compulsivas

Pedir a nuestro supermercado o comercio minorista, si no lo hace ya :

que ofrezca frutas y verduras « feas » a mejor precio. El supermercado y vosotros saldréis ganando.

que ofrezca también a mejor precio los productos con fecha de caducidad próxima.

que firme pactos de colaboración con bancos de alimentos u ONG que puedan recuperar sus excedentes.

En resumen, si el supermercado no está por la labor de educar al ciudadano, que el ciudadano se permita educar al supermercado.

No cocinar en función de las apetencias sino en función de la « vida útil » de los alimentos que tenemos. Por ejemplo, ahora en verano dar prioridad a las verduras y las frutas para evitar que con el calor se echen a perder.

Si cocinamos en exceso para el consumo del día, pensar en congelar los restos o en reaprovecharlos al día siguiente para otro guiso. Yo, por ejemplo, cuando hago pollo al horno aprovecho la osamenta y parte de la carne para hacer caldo, y con los restos de la carne del caldo hago croquetas.

Servir raciones «racionales», nunca mejor dicho. Una ración « generosa » con el comensal puede ser en realidad una ración desproporcionada y que con excesiva facilidad tiramos a la basura. Que el sentido común prime por encima de las buenas maneras.

Trabajar con otros (y disfrutar con ello) para concienciar a la sociedad sobre el alcance del desperdicio alimentario. Me refiero a participar en una Disco-sopa organizada por Food Sharing España

Tomarse en serio a sí mismo como consumidores que somos de recursos limitados (alimentos), recursos a los que no tienen acceso millones de personas en el planeta, y en consecuencia cambiar de hábitos, si es necesario.

Foto de portada: Food, don't waste it (US Food Administration), Library company of Philadelphia vía Flickr / The Commons

Foto de la segunda página: Sir, do your share (US Food Administration), Library company of Philadelphia vía Flickr / The Commons

Comentarios

Muy atinado lo expresado aquí por la autora. Pertenezco a una familia donde siempre se nos enseñó que la comida es Sagrada, igual que nuestra Vida. Los Supermercados debieran tener ese lema siempre presente: la sacralidad de la comida, por eso veo positivas sus propuestas. De hecho ya hay en algunos Super un sector de acceso a los clientes, donde dejan los descartes de verduras y frutas al alcance de los clientes y la gente hoy aprovecha todo, porque la necesidad es enorme. Cordiales saludos.

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