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Doce libros de esta semana en Babelia

El homenaje al romanticismo de Ospina, Karen Armstrong sobre libros sagrados, varios poemarios... Las críticas de Babelia

Este es el primer libro que se traduce en España de Owen Barfield (1898-1997), pensador raro y original. Inglés de nacimiento, estudioso del lenguaje, se relacionó con autores de la talla de J. R. R. Tolkien, Charles Williams y C. S. Lewis, que lo admiraron y compartieron con él su adicción a la sabiduría. Salvar las apariencias (1965) pasó desapercibido en Europa, pero ganó fama en Estados Unidos, donde creó escuela y aun hoy destaca entre los títulos emblemáticos de la espiritualidad. Por LUIS FERNANDO MORENO CLAROSATALANTA
Karen Armstrong, la historiadora que profesó como monja católica, ha escrito una obra monumental de recopilación y ordenación de datos que constituye una historia política de las relaciones entre violencia, política y religión, tríptico al que podríamos añadir un cuarto elemento: la guerra, desde sus más o menos remotos comienzos hasta la actualidad. Y lo ha hecho con el objetivo de desentrañar las responsabilidades causales entre esos factores, tan constitutivos del mundo contemporáneo. Un empeño tan ambicioso plantea un problema ab origine que es dónde puede o no detenerse el autor en el discurso envolvente, la historia évenémentielle en la que se inscribe el fenómeno a estudiar. La elección de la señora Armstrong es discutible en la medida en que la narración se pierde un poco en la descripción de ese contexto, pero igualmente podría argumentarse que sin el mismo nos hallaríamos ante un ensayo puramente teórico, desgajado de los acontecimientos. Por MIGUEL ÁNGEL BASTENIERPAIDÓS
Si cualquier libro antiguo es un organismo vivo —siendo la de Trapiello la última innovación evolutiva del Quijote—, la Biblia será seguramente el más vivo de todos. El linaje del Viejo Testamento se escindió pronto en dos géneros, judío y cristiano, y el segundo generó después los subgéneros católico y ortodoxo, por un lado, y el más selectivo y breve protestante, que considera apócrifo mucho libro y mucho párrafo de los sureños. Incluso antes de todo eso, la adición del Nuevo Testamento a las biblias occidentales se puede ver como un caso palmario de evolución por simbiosis. Más recientemente, las radiaciones de especies han sido numerosas y con rasgos de adaptación local. El libro que el lector tal vez tenga en su salita es el fruto de un milenario proceso evolutivo: un producto de la historia, en gran medida único e irrepetible. Por JAVIER SAMPEDRODEBATE
Will Self es un referente de la narrativa contemporánea en lengua inglesa desde que la revista Granta de Londres lo eligió en 1993 como uno de los talentos más prometedores. Rushdie, A. S. Byatt o la Nobel Doris Lessing apostaron por él. Poca broma. Grandes simios (1997; Anagrama, 2006) es una de sus grandes novelas, a medio camino entre la distopía, la ciencia ficción que leyó en Ballard o Philip K. Dick y la crítica del sistema que aprendió de Céline o de Joseph Heller. Al despertarse una mañana tras un sueño intranquilo, el pintor Simon Dykes descubre que Londres se ha convertido en una ciudad de primates. Por JAVIER APARICIO MAYDEUSIRUELA
En la batidora de Vilas hay lazos familiares y pasiones desatadas, distopías futuristas y recuentos históricos, pueblos de España y capitales del mundo. Aunque ningún animal haya resultado herido durante la redacción de este volumen, el lector no saldrá indemne de una experiencia delirante y gozosa: algo así como toparse con una manada de 700 millones de rinocerontes en la antesala que separa a los vivos de los muertos. Por LUIS BAGUÉ QUÍLEZALFAGUARA
Manuel Vilas (Barbastro, 1962) toma dos decisiones que hacen de 'El hundimiento' un libro distinto, pero fiel a sus preocupaciones habituales. En primer lugar, Vilas despide a Vilas, esa suerte de "homónimo heterónimo" cuya omnipresencia había generado una mecánica algo reiterativa en Gran Vilas. En segundo lugar, opta por una tonalidad crepuscular, lejos de la explosión celebratoria y de su onda expansiva. Aunque el término medio no sea la principal virtud del autor, los ocasionales excesos se redimen aquí gracias a una poética de la derrota troquelada sobre "el vacío general de todas las cosas". Por LUIS BAGUÉ QUÍLEZVISOR
Según cuenta Vasari, Leonardo da Vinci quería evitar que el cuadro de la Mona Lisa transmitiese esa melancolía que provocan a veces las pinturas, así que mientras la retrataba hizo que a su alrededor hubiese siempre músicos tocando instrumentos o cantando, y bufones que la hiciesen estar alegre. De ahí la famosa sonrisa y de ahí que algunos afirmen que es el único retrato que no produce nostalgia al mirarlo. Por el contrario, algo de nostalgia se ha colado en esta última novela de Rosa Ribas (Barcelona, 1963), aunque lleve en el título el nombre del pintor que supo evitarla en su cuadro más conocido. Pero vayamos por partes. Por FERNANDO CASTANEDOSIRUELA
A menudo, la contracubierta de un libro funciona como mero material promocional; no siempre se logra extraer de ella una idea precisa de lo que nos vamos a encontrar a lo largo de las páginas del volumen, pero en esta ocasión, una frase de esos párrafos sí nos dice mucho sobre el método que el mexicano Luigi Amara (1971), finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2014, ha seguido en su Historia descabellada de la peluca: "Un poco a la manera de los libros misceláneos de la antigüedad, consiste en la yuxtaposición de anécdotas que propician y encauzan a la reflexión, todo ello trenzado por una lucidez irónica de quien se revela como un observador sagaz". En efecto, hay tal profusión de anécdotas que el libro de Amara bien podría titularse Todo lo que usted siempre quiso saber sobre la peluca, emulando al Woody Allen de la primera época. Esta selva de historias y epítetos sobre la peluca —es meritorio el esfuerzo del autor por nombrarla de mil formas distintas— nos lleva a concebir el texto como un gabinete de curiosidades en el que se hallase cualquier pregunta que nos hayamos formulado alguna vez respecto a las cabelleras de artificio (“¿Por qué las imágenes de calaveras no llevan pelo?”, “¿Cómo llegó a ser la peluca signo de alcurnia y sofisticación?”…). Por MERCEDES CEBRIÁNANAGRAMA
La escritura de Chantal Maillard (Bruselas, 1951) hace tiempo que dejó de ser literatura para dar cuenta del dolor sin abstracciones retóricas. Lo importante no es el sujeto que escribe, sino ese “mí” que se (pro)pone frente a las cosas, a los otros y a los (de)más: “Os hablo de cosas muy concretas. / Quien habla es lo de menos”. Desordena el género poesía para “subvertir (…) el territorio del logos”, haciendo de su escritura un bloque fragmentario, una disociación unitaria de abrupta y tensa sintaxis, un no sé qué, herido, que queda balbuciendo ante un desamparo que busca la compasión del que “advierte / en sí / la herida que es de otro / y le arde”. Por ANTONIO ORTEGATUSQUETS
Una corriente de nostalgia del mundo de nuestros abuelos sacude la literatura europea de los últimos años. Aquel mundo era tanto o más clasista, cruel, despiadado, absurdo e ­injusto que éste, pero era mucho menos exigente con el individuo. La ­nostalgia de napalm hedonista de Houellebecq poco tiene que ver con la de Como de la familia, de Paolo Giordano (Turín, 1982), pero ambas tienen un punto en común: el ir en busca de ese otro tiempo en el que uno no tenía que ser a la vez hombre y mujer, lógico y sentimental, sumiso y severo, romántico y chabacano. Y es que el devenir histórico y económico ha creado la trampa matamoscas perfecta. No hubiéramos aceptado de ningún sátrapa, gobernante, mesías o jefe una tiranía como la que nos autoinfringimos en el Primer Mundo. El hecho de que el capataz sea uno mismo es lo que hace perfecta la trampa. Hemos comprado que todo se adapte a nosotros, que ­somos libres para hacer lo que sea desde donde sea únicamente para poder trabajar 24 horas al día. Ser singulares solo para acabar siendo una prisión en una isla. Por CARLOS ZANÓNSALAMANDRA
El Romanticismo puso de moda una palabra de origen italiano: capricho. Literalmente podría significar "que procede como las cabras". Es decir: a salto de mata, desordenadamente. Pero los románticos, que hicieron de ella una fe de vida, dieron un sentido preciso a esta palabra: lo que se ejecuta por la fuerza del ingenio antes que por la observancia de unas reglas. Con este gozoso método intuitivo, el escritor colombiano William Ospina (Padua, Tolima, 1954) recrea una anécdota central en la historia de la literatura moderna, hace su peculiar homenaje al Romanticismo y, ya de paso, como quien dice, al misterio de fabulación en general. Por CARLOS PARDORANDOM HOUSE