Editorial

Rajoy: pocas nueces

El presidente aplica remedios menores a problemas mayores

Las expectativas depositadas en la reforma de la cúpula del PP hacen irremediable la decepción ante el resultado del reajuste. Mariano Rajoy ha comunicado cambios en los que no se entiende el secreto con que ha llevado la cocina de la reorganización. El hermetismo es explicable cuando se pretende sorprender con decisiones cuya eficacia depende de que nadie las espere. Pero la ausencia de alteraciones relevantes es precisamente la característica de los anuncios hechos ayer, sea por alergia a las grandes mudanzas o porque no le haya salido alguna operación de mayor envergadura; salvo que la sorp...

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Las expectativas depositadas en la reforma de la cúpula del PP hacen irremediable la decepción ante el resultado del reajuste. Mariano Rajoy ha comunicado cambios en los que no se entiende el secreto con que ha llevado la cocina de la reorganización. El hermetismo es explicable cuando se pretende sorprender con decisiones cuya eficacia depende de que nadie las espere. Pero la ausencia de alteraciones relevantes es precisamente la característica de los anuncios hechos ayer, sea por alergia a las grandes mudanzas o porque no le haya salido alguna operación de mayor envergadura; salvo que la sorpresa resida en cambios de Gobierno aún desconocidos.

Editoriales anteriores

Además de rejuvenecer la dirección popular, lo importante es la designación de Jorge Moragas, jefe del gabinete de La Moncloa, como director de las campañas electorales del PP, en detrimento de Carlos Floriano. Este movimiento apunta la pérdida de poder de la secretaria general, María Dolores de Cospedal, y se complementa con la decisión de Rajoy de tomar personalmente las riendas del partido tras el inicio de la desbandada entre los descabalgados de las instituciones.

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Es interesante el (tardío) reconocimiento de que el PP ha perdido votos sobre todo por el centro, y que las causas principales son los “duros remedios” aplicados a los ciudadanos —en aras de encarar la crisis económica— y la corrupción.

Pero tratar de resolver estos problemas buceando en las socorridas fuentes del voto del miedo fuerza al presidente a adoptar un discurso cada vez más apocalíptico, en el que se mezclan la denuncia del nacionalismo y del independentismo, que suponen un evidente problema de Estado, con los ataques al PSOE y los reproches a Ciudadanos. En ese contexto, denegar las peticiones de celebrar congresos —es decir, debates de verdad— y sustituirlos por una conferencia política se antoja un remedio menor para un problema mayor.

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