"Una mujer española y una latina no tienen nada que ver"

La colombiana Juana Acosta empezó actuando por casualidad y ahora está en ese momento mágico en el que tiene cinco películas por estrenar

adrià cañameras

Decía Machado que es absurdo denominar caminos a lo que en realidad son surcos del azar. Al hilo de esta enseñanza, la actriz Juana Acosta (Juanita para los amigos) es un buen ejemplo de cómo la casualidad está muy por encima de nuestros deseos. A sus 38 años es una camaleónica intérprete que se enfrenta a esta entrevista con cinco estrenos pendientes. Pero la historia podía haber sido muy distinta, porque “cuando era niña me gustaba el teatro y en verano jugaba con mis amigas a preparar obras para luego representarlas frente a nuestros padres, pero yo quería hacer una carrera universitaria, l...

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Decía Machado que es absurdo denominar caminos a lo que en realidad son surcos del azar. Al hilo de esta enseñanza, la actriz Juana Acosta (Juanita para los amigos) es un buen ejemplo de cómo la casualidad está muy por encima de nuestros deseos. A sus 38 años es una camaleónica intérprete que se enfrenta a esta entrevista con cinco estrenos pendientes. Pero la historia podía haber sido muy distinta, porque “cuando era niña me gustaba el teatro y en verano jugaba con mis amigas a preparar obras para luego representarlas frente a nuestros padres, pero yo quería hacer una carrera universitaria, lo mío era Bellas Artes”.

adrià cañameras

Desde edad temprana, Juanita manifestó intolerancia a la holgazanería y siguiendo la voz de su intuición se matriculó en la Universidad de los Andes de Bogotá y empezó esa carrera convencida de haber encontrado su vocación, consciente de que podía más la pintura, la vida bohemia, que el arte de la réplica. Pero, por las dudas, cometió la imprudencia de apuntarse también a clases de teatro con un profesor particular. Una tarde acompañó a una amiga a la tienda de ropa The European y la dueña se acercó, le preguntó de dónde era y a qué se dedicaba. Juanita respondió que era caleña, tenía 18 años y estudiaba Bellas Artes. Acto seguido la señora anotó en un papel un nombre y un teléfono y añadió: “Tienes que ir a hablar con esta persona”.

“Esa persona era Julio Sánchez Cristo, quien con el tiempo se ha convertido uno de mis grandes amigos. En aquel momento era el dueño de una gran productora y me hizo una entrevista bastante larga. Hacia el final le expliqué que estaba estudiando Bellas Artes y él añadió: ‘Ven, que te enseño la empresa, vas a ver los platós...’. Cuando terminamos, dijo: ‘Apréndete este texto que en un rato te grabamos”.

Todo es tan cierto como el entusiasmo con el que cuenta la historia: “Luego, en su despacho, me contó que tenía un programa que se llamaba Panorama, con una parte política y otra cultural. Entrevistaban a todos los músicos que venían a Colombia. Eso es lo que iba a hacer yo. ¿Yo? Yo lo que quería era hacer Bellas Artes, argumenté. Entonces me dijo: ‘Sí, sí, pero eso da igual, tú solo tienes que venir los lunes a grabar la entrevistas’. Así empecé entrevistando a Madonna, Bon Jovi... Tenía 18 años y ¡seguía estudiando Bellas Artes!”.

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Visto lo visto no es de extrañar que cuando dos años después el mismo productor le ofreció el papel protagonista en Mascarada, una serie que se emitía en prime time, Juanita respondiera: “No, yo aún no soy actriz, y además quiero hacer Bellas Artes”. Pero ahí estaba Alfonso Ortiz para poner orden: “Piénsatelo”, le dijo. “Hay oportunidades que vale la pena seguir, y además te respetamos los horarios de la Universidad...”. Entonces, ella dijo sí.

Con el dinero ahorrado tras un año de serie vino de viaje a Europa junto a su hermana Valentina (también actriz) y, como le habían recomendado a Coraza, sequedó un año en Madrid aprendiendo con él. “Pero se me acabó la plata y la visa”, recuerda. “Y claro, tenía que acabar Bellas Artes. Así que me quedé tres años en Colombia, hice tres pelis, tres series y dos obras de teatro”. En este punto de la historia falta un dato importante: “Por supuesto, acabé Bellas Artes”, recalca. “Y ya con la carrera acabada, en 2000 volví a Madrid. Tenía algo pendiente con Coraza. Vine a probar, y mira... ya son catorce años”. Una chica colombiana, de poco más de 20 años y soltera, estudiando teatro en Madrid, ¿cómo eran las fiestas? “Ja, ja, ja... Era tremendo. Fíjate que hasta entonces había tenido tres novios de tres años, o sea nueve años seguidos de novia. Cuando llegué aquí sin novio estuve tres años soltera hasta que conocí a Ernesto... Bueno, qué te puedo contar, mi locura era venir a estudiar y mi novio era la escuela, donde tuve unos compañeros estupendos. Y sí, con mi amiga Lucia Napal nos pegamos nuestras buenas fiestas [risas]. Tres años que recuerdo con mucha alegría”.

Así aterrizó Juana Acosta a Madrid. Hoy es una actriz consolidada con un pie en la televisión y otro en el cine. Es la pareja del actor Ernesto Alterio (son padres de una niña de ocho años), y por lo tanto cuñada de Malena Alterio y nuera de Héctor Alterio. “Hablamos de todo, y de nada. De lo más normal. Tengo suerte de tener una familia tan estupenda”. ¿Ventajas y desventajas de compartir la vida con alguien del mismo gremio? “Hasta Ernesto nunca había tenido una pareja actor, y llevamos diez años. Antes, en otras relaciones, mi profesión era siempre un conflicto. Es un trabajo complejo por los horarios. La inestabilidad puede ser angustiosa, y además, cada personaje es un viaje que puede alterar tu personalidad. Para alguien que no sea actor es muy difícil de entender. Entonces, con Ernesto nos funciona bien. Decimos: ‘Bueno, cuando se acabe el viaje ya volverá’. Así nos acompañamos en estos viajes. Nos apoyamos. ¿Desventajas? podemos llegar a algunos niveles de neura importantes [muchas risas]”.

Una mujer española y una latina no tienen nada que ver. La española es más directa, fuerte. La latina tiene otra manera de aproximarse, es de otra pasta Juana Acosta

El celebrado papel de Juana en la serie Crematorio dejó huella en espectadores, en directores de casting y también en ella. “En España ha sido el que más he disfrutado y el que más satisfacciones me ha dado. Una serie muy bien dirigida, escrita, cuidada, es un antes y un después en la televisión. A mí me encantó la novela y todavía no sé cómo se pudo adaptar tan bien. Aprendí, además, que para trabajar el acento español no hacía falta estar atenta y practicar con foniatras tratando de reeducar la lengua, sino también encarando el personaje desde el carácter. Una mujer española y una latina no tienen nada que ver. La española es más directa, fuerte. La latina tiene otra manera de aproximarse, es de otra pasta. Y el papel de esa mujer dulce y frágil, a la que le encantaba el dinero, pero a la vez estaba enamorada, era contradictorio, como todos los buenos”.

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Fuera de nuestras fronteras, sin duda, el trabajo que más positivamente ha repercutido en la carrera de Juanita ha sido Carlos. La actriz tuvo la suerte de trabajar en esta obra maestra de Olivier Assayas, quizás el director francés más determinante del momento. Participar en la torrencial reconstrucción de la vida del forajido y romántico terrorista Ilich Ramírez Sánchez, alias Carlos, por fuerza tiene que ser memorable. “Hice un casting en España y luego dos más en Francia. Tardaron mucho en responder y cuando salió fue increíble, porque siempre me ha encantado Assayas, y trabajar con él era un sueño. Además coincidí con un tipo que a día de hoy es de mis mejores amigos, Edgar Ramirez, con el que repetí en Libertador. De todos los directores con los que he trabajado, Olivier es el que más se aleja del lugar común. Tiene una manera de trabajar muy especial. ¡No le gusta ensayar nada! Le gusta rodar la primera toma con espontaneidad y frescura, y luego la rueda otra vez. Hasta 15 veces, pero sabiendo que la buena es la primera”.

De todos los directores con los que he trabajado, Olivier Assayas es el que más se aleja del lugar común. Tiene una manera de trabajar muy especial. ¡No le gusta ensayar nada! Juana Acosta

Está bien que nos vayamos acostumbrando a Juana Acosta. En 2015 la podremos ver en cinco películas. En Tiempo sin aire, de Andrés Luque y Samuel Martín, es una madre vengativa; en Anna, de Jacques Toulemonde, interpreta a una mujer bipolar y su inquieta relación con un hijo de nueve años. Disfrutaremos de su papel protagonista en la esperada El Santuario, de Olvier Masset-Depasse, en la piel de la histórica militante Yoyes. Junto a Eric Bruneau y Mélanie Thierry aparecerá en la conflictiva El reino de la belleza, de Denis Arcand. Por supuesto, estará presente en la superproducción venezolana Libertador, de Alberto Arvelo Mendoza, donde da vida al último amor de Simón Bolívar, un personaje que afirma siempre haber deseado interpretar. ¿Y qué papel se le ha resistido? “La verdad es que me hubiera gustado hacer Paris, Texas. De hecho, en San Sebastián le fui a pedir una foto a Nastassja Kinski”.

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Confiesa que algún día volverá a las tablas, donde se formó. “Teatro hice de muy joven, debuté con Las convulsiones, de Luis Vargas Tejada, e hice también Los demonios, de Dostoievski. Mi formación es teatral, pero tengo una niña, y no es fácil de compaginar. Digamos que es una cuenta pendiente y que estoy esperando que me llegue algo irrechazable”. Mientras, reflexiona sobre las vicisitudes de una profesión que, pese a la inestabilidad, le ha dado mucho. “Hay que poseer mucha fuerza mental, tener perseverancia, creer que se puede, confiar mucho, demostrar una fuerza muy particular, que no todo el mundo aguanta. Hay que saber aguantar el no y saber que el sí llegará, y otra vez volverá el no, y que las rachas se congelan. Es una carrera de fondo. Lo que pasa es que soy Sagitario, soy aventurera y me gusta mucho el riesgo. Amo esta profesión con locura. No me veo haciendo otra cosa, y ese amor al oficio me da la fuerza para aguantar”.

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