Cartas al director

La generación de conciencia

Llegué a Lagos por trabajo el 2 de agosto, a los pocos días de que el primer caso de ébola fuera detectado en Nigeria. Lo hostil del aeropuerto y la primera impresión de la ciudad fueron terribles. Sin embargo, eso iría cambiando con el pasar de los días. Me tocó vivir de primera mano la campaña de concienciación: campañas publicitarias, pancartas en las calles, termómetros para entrar a farmacias, bancos y centros comerciales, etcétera. La primera semana a la gente parecía no importarle; sin embargo, mientras aumentaron los casos y la campaña del Gobierno se intensificó, todo cambió. De repen...

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Llegué a Lagos por trabajo el 2 de agosto, a los pocos días de que el primer caso de ébola fuera detectado en Nigeria. Lo hostil del aeropuerto y la primera impresión de la ciudad fueron terribles. Sin embargo, eso iría cambiando con el pasar de los días. Me tocó vivir de primera mano la campaña de concienciación: campañas publicitarias, pancartas en las calles, termómetros para entrar a farmacias, bancos y centros comerciales, etcétera. La primera semana a la gente parecía no importarle; sin embargo, mientras aumentaron los casos y la campaña del Gobierno se intensificó, todo cambió. De repente, dar la mano al saludar era algo que podía obviarse, el alcohol en gel se agotó en los supermercados y los controles de temperatura se hacían en casi todos los establecimientos abiertos al público. El impacto de la campaña fue sorprendente, ciertas conductas cambiaron de una semana a otra. Regresé a Lima, Perú, de donde soy natural, por unas semanas, y ahora he vuelto a Nigeria, país libre de ébola desde hace algunos días. La campaña del Gobierno sigue en pie y no me queda más que felicitarles por el éxito logrado con los sistemas utilizados para concienciar a la población, lo cual ha sido un factor fundamental para controlar la enfermedad en una ciudad con más de 25 millones de personas, y en donde un contagio masivo hubiera sido devastador.— Ricardo Gutiérrez Rojas. .

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