Editorial

Cumplir la regla

Bruselas y Berlín deben apoyar a Francia e Italia, una vez garantizados sus compromisos

Francia ha reiterado su compromiso de cumplir la regla del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), ajustar su déficit a lo pactado, y rebajarlo por tanto en una cuantía adcional de 3.600 millones para 2015. Italia ha hecho algo similar, por unos 4.500 millones. Siguen así las indicaciones de la Comisión Europea, en su nueva competencia de control previo sobre los presupuestos nacionales.

El sometimiento a lo acordado es un elemento político —y de credibilidad— crucial. Resultaba demasiado áspero responder positivamente a las demandas de flexibilidad de ambos países si se vehiculaban d...

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Francia ha reiterado su compromiso de cumplir la regla del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), ajustar su déficit a lo pactado, y rebajarlo por tanto en una cuantía adcional de 3.600 millones para 2015. Italia ha hecho algo similar, por unos 4.500 millones. Siguen así las indicaciones de la Comisión Europea, en su nueva competencia de control previo sobre los presupuestos nacionales.

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El sometimiento a lo acordado es un elemento político —y de credibilidad— crucial. Resultaba demasiado áspero responder positivamente a las demandas de flexibilidad de ambos países si se vehiculaban desde una posición de rebeldía. Pero no solo para la Comisión, sino también para los demás socios de la UE. Porque ya en 2003, Francia (entonces, junto a Alemania) desafió las exigencias del PEC y provocó su modificación. Como todas, sus reglas pueden cambiarse, pero no es bueno que sea por presión de una parte y en su beneficio exclusivo.

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Habrá que sopesar con precisión las nuevas promesas de ambos para rebajar el déficit. Las dos se basan en evitar nuevos recortes y posibilitar, más bien, alzas de recaudación fiscal absoluta, o menores mermas de la misma por una inferior rebaja de impuestos, lo que es equivalente en sus resultados. Habrá que ver si son verosímiles y suficientes. Pero en caso de dudas sobre los detalles, convendría asumir la presunción de factibilidad de los objetivos que acaban de formular.

La disposición debe ser favorable por cuanto ha desaparecido el factor de presión política —cuestionable— en pro de la flexibilidad, que se percibía durante las últimas semanas. Pero también porque cada nuevo dato que aparece confirma el sesgo cuasideflacionario de la coyuntura. ¿De qué sirve exagerar la obediencia a la norma si, aplicada en exceso, acaba conduciendo al estancamiento, incluso a la depresión?

Argumentos prácticos como los anteriores son útiles para Bruselas; también para Berlín. La economía alemana dispone aún de suficiente colchón como para aplicar prudencia a cada uno de sus movimientos. Pero es indudable que su actual desaceleración puede conducirla también a paralizar su crecimiento, si uno tras otro, el de sus vecinos y socios se desploma. Y en consecuencia, disminuye su capacidad de importar productos alemanes. Porque la llave del crecimiento alemán siguen siendo las exportaciones.

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