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Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Muertes de arquitectos vivos

 Lilly Reich dibujada por Gemma Hernández Correa

Se podría argumentar que hablar de la muerte de una persona es una manera, tal vez un poco retorcida, de hablar de su vida. Se podría interpretar, también, que destacar ese inevitable desenlace final para contar la peripecia vital de algunos individuos es la manera mas clara de recalcar que, incluso para los arquitectos más destacados de todos los tiempos: ars lunga, vita brevis. Que algunas fueron más breves que otras se encarga de contarlo ...

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 Lilly Reich dibujada por Gemma Hernández Correa

Se podría argumentar que hablar de la muerte de una persona es una manera, tal vez un poco retorcida, de hablar de su vida. Se podría interpretar, también, que destacar ese inevitable desenlace final para contar la peripecia vital de algunos individuos es la manera mas clara de recalcar que, incluso para los arquitectos más destacados de todos los tiempos: ars lunga, vita brevis. Que algunas fueron más breves que otras se encarga de contarlo José Ramón Hernández Correa en un libro cuyo título Necrotectónicas (ediciones asimétricas) puede tirar para atrás. No se dejen impresionar por el palabro: las muertes de 23 arquitectos están en ocasiones brillantemente narradas a partir de sus vidas. La clave está en ese “en ocasiones”: las suyas y las mías pueden no coincidir. No trata este texto de predilecciones arquitectónicas tanto como de gustos literarios. Y el maridaje a veces es excelente. Y otras resulta más cabezón.

Quien disfrute con juegos, acertijos y recreaciones hará bien en leerlo. Quien prefiera la limpieza, la certeza, y tal vez la falta de riesgo puede perderse en un libro así. Sobre todo si lo lee desordenadamente, como me sucedió a mí. Y comienza por los autores que más interés le suscitan. Yo empecé por Enric Miralles, cuya vida y muerte se narran hasta de 11 maneras distintas y estuve apunto de dejar el libro. Pero puede que el mero hecho de necesitar contarlo de 11 maneras distintas –como Queneau en sus Ejercicios de estilo- retrate tanto la idea que Hernández pueda tener de Miralles como el abanico de recursos del propio Enric.

Empezando así, ¿qué me hace valorar este volumen? El resto. Un arquitecto que elige contar la muerte de Lilly Reich de forma epistolar (emulando 84 Charing Cross Road de Helen Hanff) y que decide que Mies van der Rohe no solo no muera entre los grandes –no tiene capítulo- sino que aparezca retratado desde su maltrato a la gente que supuestamente quería merece una lectura más cuidadosa. El capítulo de Reich es, junto al de Kahn (género dramático) o el de Sullivan uno de los más sagaces. Conmovedores resultan los de los dos bandos de la Guerra Civil española: José Manuel Aizpurúa fusilado con 33 años y Josep Torres Clavé que tras cambiar el plan de estudios de la Escuela de Arquitectura de Barcelona para poner a los arquitectos al servicio de la sociedad y defender la colectivización de la industria de la construcción murió, a los 32 años, abatido por la aviación italiana cuando supervisaba las defensas que había construido en un pueblo de Tarragona.

No todos los biografiados, o obituariados, serán de su agrado. Por eso recomiendo este libro avisando de la necesidad de leer cinco necrológicas por lo menos para encontrar las que más les interesen. Considero las necrológicas uno de los más difíciles géneros periodísticos. Tienen altura cuando retratan al fallecido con justicia, no hagiográficamente, y, en mi opinión, cuando quien lo hace desaparece para dejar constancia de la vida del muerto. Todo eso tienen estos obituarios: están llenos de vida. También de riesgo literario. A veces no he entendido por qué se elegía escribir “a la manera de” la vida de algún autor (Dublineses de Joyce para hablar del escocés Mackintosh, por ejemplo), pero en general, he disfrutado leyendo los episodios ya señalados, o la progresiva pérdida de memoria del autor de Central Park, Frederick Law Olmsted. Por eso confío en que ustedes también lo harán. Más allá de la memoria de estos autores que guardan sus propias obras, la información elegida por José Ramón Hernández Correa para hablar de 23 arquitectos muertos les da vida. 

Tentativa de suicido de Borromini interpretada por Gemma Hernández Correa

Muerte de Le Corbusier

Comentarios

Soy un lector habitual de "Arquitectamos locos", el blog personal de José Ramón Hernández Correa, Allí se puede apreciar -continuamente- la inmensa calidad de narrador ameno, imaginativo y con gran sentido del humor que tiene. - El libro parece que promete , y por lo visto aquí, tiene unas magnificas ilustraciones.
Conozco al principal redactor de ese libro, estudiamos juntos arquitectura y personalmente desconfío de aquéllos que han nacido muertos y encima no saben latín...
Estamos ante un ejercicio literario lleno de vida a pesar de los muertos, lleno de originalidad a pesar de de la tectónica. Con aciertos y desaciertos (los menos), me encanta el libro, la propuesta juguetona del autor y el hecho de que una editorial decida editar el papel, blogs online.
Muchísimas gracias a todos.En primer lugar a Anatxu Zabalbeascoa por el honor que me ha hecho al reseñar su libro aquí, y hacerlo con tanto detalle e interés.Y en segundo lugar a los comentaristas. Os agradezco a todos mucho vuestra amabilidad.
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