Gallardón, Q.E.P.D.

"No me da pena. El finado, digo. Se lo tenía ganado a pulso por ser más marianista que Mariano y más paleofeminista que Juana de Arco"

Alberto Ruiz- Gallardón, dimite como ministro de JusticiaÁlvaro García

Tengo un dilema de vestuario. Y no hablo solo de la disyuntiva entre sandalias o botas, tirantes o zamarra, o pierna al aire o media gorda que me asalta todas las mañanas con el cambio climático otoño-invierno. No. La duda es más peliaguda: ¿qué se pone una para ir correcta a los entierros en vida? Porque, hasta ahora, el dress code de los funerales estaba claro, y con ir de oscuro ibas tan cumplida y tan mona. Pero es que hoy día, a según qué exequias de según qué peces gordos, te convocan aquí te pillo aquí te mato y, encima, te encuentras con el fiambre, perdón, difunto, de cuerpo ...

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Tengo un dilema de vestuario. Y no hablo solo de la disyuntiva entre sandalias o botas, tirantes o zamarra, o pierna al aire o media gorda que me asalta todas las mañanas con el cambio climático otoño-invierno. No. La duda es más peliaguda: ¿qué se pone una para ir correcta a los entierros en vida? Porque, hasta ahora, el dress code de los funerales estaba claro, y con ir de oscuro ibas tan cumplida y tan mona. Pero es que hoy día, a según qué exequias de según qué peces gordos, te convocan aquí te pillo aquí te mato y, encima, te encuentras con el fiambre, perdón, difunto, de cuerpo presente y coleando. Así que el primero que puede ponerte verde por ir inadecuada al velorio es el muerto propiamente dicho.

Eso pensaba el otro día cuando tuve que salir pitando a las pompas fúnebres de Gallardón en bragas como quien dice. Sí, qué pasa. Tenía un día de trabajo sucio, el Rey estaba en USA, Rajoy se iba a China y de qué iba a pensar una que iba a tener un sepelio de Estado a las 17,30. Así que allí me tenías. Con los bombachos de zumba y las chanclas de dedo que me había puesto para que me cicatrizaran las rozaduras de la ropa de persona humana después de un verano de ancha es Castilla. Mira, el bochornazo que pasé en ese tanatorio, perdón, ministerio, no está ni agradecido ni pagado. No sabía una dónde meterse entre la vergüenza propia y la ajena de ver a ese prócer pegarse un tiro con la pistola que su jefe le había dejado cargada sobre la mesa antes de pirarse a vender España al gigante asiático.

A ver, que no me da pena. El finado, digo. Que se lo tenía ganado a pulso por ser más marianista que Mariano y más paleofeminista que Juana de Arco. Que, para mí, lo único que ha hecho santamente el extitular de Justicia es ajusticiarse a sí mismo después de pretender juzgar en útero ajeno. Pero, no sé, ya que no ha logrado la beatificación por el obispo Reig Plà, esperaba más caridad cristiana por parte de los suyos. Hasta a los condenados a muerte les concede Obama un último deseo, y Rajoy no le ha dejado a su exnotario mayor del Reino ni elegir la hora de su óbito, con la ilu que le hacía al pobre salir de la política por la Puerta de los Leones del Congreso. En fin, que dicen que la distancia es el olvido y debe de ser cierto porque nada más aterrizar en Pekín le preguntaron a Mariano por el interfecto y se quedó en blanco: ¿Alberto?, ¿qué Alberto?

Ahí estuvo más fina Soraya que, a toro apuntillado, alabó "la visión política" del morlaco. Claro que lo mismo dijo de su sucesor, Catalá Polo, digo yo que con tanto visionario, ya está tardando Afflelou en patrocinar ese departamento. Pero a lo que interesa. Visto que están de moda los velatorios corpore insepulto et fodiente —don Juan Carlos, Rubalcaba, Botella— urge un modus operandi, un protocolo, un decálogo, algo. ¿Mejor dar el pésame o la enhorabuena? ¿Llevar flores o una petaca de absenta? ¿Look casual, cóctel o etiqueta? ¿Responso o despedida laica? ¿Duelo o juerga? Mientras Carmen Lomana se pronuncia al respecto, estoy por enviar una esquela a Génova con la siguiente leyenda: "Alberto al hoyo y Soraya al bollo", por ir innovando. Firmado: Q.E.P.D, que diría Mariló Montero.

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