Cartas al director

La evaluación de los docentes

Somos muchos los docentes que coincidimos en la necesidad de arbitrar algún método de evaluación del profesorado, una evaluación, dicho sea de paso, que ya se lleva a cabo, aunque con un impacto nulo, en el ámbito universitario. Ahora bien, donde comienzan las discrepancias es precisamente en la forma. Dejarlo en manos de los directores fomentaría el sectarismo y la arbitrariedad, anularía la capacidad de crítica de unos profesores temerosos de las represalias. De ser la inspección la encargada, caeríamos en el riesgo de que la burocracia y el desconocimiento real de la actuación del docente a...

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Somos muchos los docentes que coincidimos en la necesidad de arbitrar algún método de evaluación del profesorado, una evaluación, dicho sea de paso, que ya se lleva a cabo, aunque con un impacto nulo, en el ámbito universitario. Ahora bien, donde comienzan las discrepancias es precisamente en la forma. Dejarlo en manos de los directores fomentaría el sectarismo y la arbitrariedad, anularía la capacidad de crítica de unos profesores temerosos de las represalias. De ser la inspección la encargada, caeríamos en el riesgo de que la burocracia y el desconocimiento real de la actuación del docente ahogase cualquier atisbo de objetividad. Y si son los alumnos quienes realicen esa evaluación, podríamos estar alentando el populismo y el miedo a suspender a quienes tienen en sus manos tu puesto laboral. Como se ve, pasar de la teoría a los hechos se encuentra con algunos obstáculos por el camino. En cualquier caso, sin desmerecer la necesidad de evaluarnos a los docentes, parece evidente que el sistema educativo arrastra problemas infinitamente más acuciantes, como la masificación y el segregacionismo en las aulas, el abismo entre los medios de la enseñanza privada y la pública, la necesidad de una mayor inversión y una apuesta decidida por una educación laica y humanista. Lo contrario sería aplicar simple maquillaje a una herida sangrante.— Juan Fernández Sánchez.

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