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Los cortijos de la infamia

Las antiguas casas de labranza de Roquetas de Mar esconden a mujeres prostituidas y víctimas de trata que viven en condiciones insalubres

En este bar sin nombre ni rótulo situado en los cortijos de Marín -una de las zonas que ocupan los invernaderos- tres mujeres se prostituyen habitualmente. Guineana una y nigerianas las otras dos, todas aseguran que trabajan por libre. Una de ellas, sin embargo, reconoce que cada vez que atiende a un cliente paga dos euros al dueño del bar por dejarle usar su establecimiento.ÁNGELES LUCAS
El poster de una mujer medio desnuda y en actitud provocativa preside la pared de uno de los bares de Roquetas donde varias mujeres ejercen la prostitución. El dueño del local asegura que los pocos clientes que entran solo se gastan el dinero en beber algún refresco y que ya casi no le llega para pagar la luz. Las chicas que se prostituyen aquí aseguran que apenas tienen clientes.ÁNGELES LUCAS
Preservativos y sobres de lubricante son el gancho que utilizan las ONG como Médicos del Mundo para conseguir que las mujeres que ejercen la prostitución en Roquetas se acerquen a la unidad móvil con la que las visitan eventualmente. Gracias a esta labor, los trabajadores sociales, psicólogos y enfermeros pueden prestar asistencia médica y psicológica a estas mujeres, controlar que se hagan análisis de sangre y otras pruebas de manera periódica e informar acerca de la existencia de alternativas para salir de la prostitución.ÁNGELES LUCAS
Los invernaderos de Roquetas de Mar estuvieron a pleno rendimiento durante los años de bonanza económica y dieron trabajo a miles de personas, sobre todo inmigrantes sin papeles. Hoy, la crisis se hace notar: Almería tiene un 36% de desempleo y los inmigrantes de la zona se quejan de que los dueños de las plantaciones ya solo contratan a familiares o parientes.ÁNGELES LUCAS
Este cruce de caminos en medio de los invernaderos de Roquetas de Mar está desierto, igual que los alrededores. El cortijo del fondo parece estar abandonado, pero en su interior varias mujeres ejercen la prostitución en condiciones de total insalubridad. Según el Ministerio de Sanidad, 12.305 mujeres en España están en riesgo de ser víctimas de trata, pero fuentes policiales calculan que podrían ser el triple. La Junta de Andalucía atendió en 2013 a casi 6.000 mujeres dentro de varios programas de atención a mujeres prostituidas y víctimas de trata con fines de explotación sexual.ÁNGELES LUCAS
Montañas de basura a las puertas de uno de los cortijos donde se ejerce la prostitución. Este pertenece a Margarita (nombre supuesto), una española que alquila los cuartos de la casa a mujeres. El olor en el interior del cortijo es nauseabundo, una mezcla a orín, sudor, excrementos y humedad. Miles de mujeres viven y trabajan en escenarios tan degradados como este.ÁNGELES LUCAS
Una silla apostada a la puerta del cortijo es la señal de que dentro se ofrecen servicios de prostitución. La crisis económica ha bajado los precios hasta el punto de que por un servicio se pagan diez euros. María (nombre supuesto), que estuvo bajo el control de una red de trata durante tres años, aún repite de memoria las tarifas que su chulo le impuso cuando ella ejercía, un poco superiores a las de la actualidad: "30 euros el polvo, 20 por sexo oral, 50 euros por media hora y cien la hora completa".ÁNGELES LUCAS
Dos mujeres se apresuran a entrar en el cortijo cuando ven a los periodistas pasar con una cámara de fotos. Las víctimas de trata son difíciles de reconocer; suelen llevar el teléfono encendido para que la persona que las custodia escuche su conversación y no denuncien. Según un informe del Instituto Andaluz de la Mujer, un 89% de las mujeres consultadas no se consideraba víctima.ÁNGELES LUCAS
Virginia (nombre supuesto) muestra su lugar de trabajo; una habitación en el interior de un cortijo destartalado que alquila con otra mujer brasileña por 400 euros al mes. Ella es una de las mujeres que se han visto empujadas a prostituirse a causa de la crisis económica, un fenómeno cada vez más común -sobre todo entre españolas- según una portavoz del Instituto Andaluz de la Mujer. Virginia lleva un año prostituyéndose y es la primera vez que lo hace. Antes había trabajado como asistenta de hogar, camarera y en el cuidado de niños y de ancianos. Sus hijos, asegura la mujer, no tienen ni idea de que su madre se prostituye.ÁNGELES LUCAS
Este es el tocador de una mujer que se prostituye en uno de los cortijos. Tiene una Biblia abierta, papel higiénico y paquetes de toallitas húmedas, brillos de labios y dos botes de perfume, uno de ellos llamado 'Amor y seducción'. Preservativos y lubricantes están en una bolsa cercana, fuera de la imagen. Una de las consecuencias de la falta de clientes es que las chicas ahora no se niegan a prácticas que antes sí podían rehusar, como no utilizar protección. Si ahora un cliente no quiere usarlo, acceden, y con esto se incrementa el riesgo de sufrir embarazos no deseados y contraer enfermedades de transimisión sexual.ÁNGELES LUCAS