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Todo está en Shakespeare

No ha habido un guionista más promiscuo ni inspirador en el cine. Tampoco, uno más copiado, mal citado o malinterpretado

‘Otelo’ (1952), de Orson Welles. Otro de los obsesos con llevar Shakespeare a la gran pantalla. ¿Es mejor un Otelo interpretado por un actor negro como el personaje o por un gran intérprete que se maquille? Welles y Olivier nunca dudaron y se pusieron a sí mismos en el personaje, la epítome de los celos. La película se rodó durante largos años, y está llena de argucias visuales para enmascarar su bajo presupuesto.Magaphoto
‘Trono de sangre’ (1955), de Akira Kurosawa. El maestro japonés aprovecha una obra de teatro inspirada en ‘Macbeth’ para realizar una película alejada de su origen y a la vez muy fiel al espíritu. Eso sí, rehuye toda la loa a la monarquía original. El gran Toshiro Mifune la protagoniza y todo el mundo recuerda el primero de sus tres finales encadenados, el de Mifune asesinado a flechazos por sus propios soldados.
'Planeta prohibido’ (1956), de Fred M. Wilcox. ¿Esta joya de la ciencia ficción es Shakespeare? Sí, porque el guion se basaba de forma remota en ‘La tempestad’. Si se respeta el espíritu del autor, sus personajes pueden vivir en una gran corporación, en Idaho, en una cancha de baloncesto o, como aquí, en una colonia interplanetaria.
‘Los Tarantos’ (1963), de Francisco Rovira Beleta. Un chico y una chica de dos familias gitanas enfrentadas (Taranto y Zorongo) en las chabolas de la Barcelona del franquismo se enamoran... ergo ‘Romeo y Julieta’, en una visión que había hecho para los escenarios Alfredo Mañas. Impresionante musical flamenco, hipnóticos Antonio Gades y Carmen Amaya.
‘Campanadas a medianoche’ (1965) de Orson Welles. Aquí el gran truco es coger a uno de los personajes secundarios del dramaturgo, Sir John Falstaff, y convertirlo en protagonista (algo que posteriormente también hicieron con ‘Rosencraft y Guildenstern han muerto’). Welles fusionó hasta cuatro obras de Shakespeare para crear la suya propia, ‘Cinco reyes’, la base del guion. Fue su película favorita. Rodada en España, entre sus productores está el mítico Emiliano Piedra.
‘La mujer indomable’ (1965), de Franco Zeffirelli. El italiano ha intentado en numerosas ocasiones llevar el espíritu de Shakespeare a la pantalla, y puede que haya obtenido grandes taquillas, pero nunca tuvo talento. Puede que la vez que estuviera más cerca fue en esta comedia, adaptación de ‘La fierecilla domada’, con Elizabeth Taylor y Richard Burton, otro actor shakesperiano.
‘Ran’ (1985), de Akira Kurosawa. El japonés se lanza a una extrema riqueza visual para adaptar ‘Rey Lear’ a los samuráis: por eso casi no hay primeros planos y sí inmensos movimientos de tropas, centenares de trajes y armaduras, 1.400 extras y 200 caballos. Mereció la pena para relatar la lucha de los tres herederos por el reino de su padre. En japonés, ‘ran’ significa revuelta.
‘Hamlet’ (1996), de Kenneth Branagh. Branagh cierra el trío de cineastas volcados en Shakespeare. Entre sus versiones esta es la mejor, porque entiende la obra y la asimila al dedillo. Como director tuvo dos aciertos: rodar en 65 milímetros (con o que logra una riqueza visual prodigiosa) y entender que en la primera parte de la obra no pasan tantas cosas como en la segunda: de ahí que en esa primera parte la cámara no deja de moverse, mientras que en la segunda reposa. El reparto está repleto de caras conocidas. Por cierto, el año anterior, Branagh había calentado motores con otra versión fílmica de ‘Hamlet’: ‘En lo más crudo del crudo invierno’, o cómo una compañía local intenta versionar este drama en una representación navideña.CASTLE ROCK ENTERTAINMENT
‘Looking for Richard’ (1996), de Al Pacino. Si alguien quiere saber todo lo necesario para interpretar a Shakespeare, aquí va la guía indispensable según Pacino, que busca como excusa su versión de ‘Ricardo III’. Filmada durante cuatro años, Pacino tuvo que espurgar 80 horas de metraje rodado para rematar su obra maestra. Nunca se ha explicado mejor el pentámetro yámbico.20th Century Fox
'César debe morir’ (2012), de Paolo y Vittorio Taviani. En su sencillez está su magia: ‘Julio César’ interpretado por una compañía teatral de una prisión de alta seguridad en Roma y filmada en sus celdas, pasillos y patios. Con su combinación de color y blanco y negro se llevó el Oso de Oro de Berlín.