Los listos también lloran

A Ezra Koening, líder de Vampire Weekend, haber editado el mejor disco de 2013 solo le hace temer 2014

Ezra Koening, fotografiado para Icon en una sesión que duró un poco menos que algunos de los exitosos singles de la banda.JAVIER SALAS

“Me siento como ese tipo que empieza a nadar rumbo a una isla y, a medio camino, comienza a arrepentirse de su decisión. Entonces, mira atrás y se da cuenta de que está demasiado lejos de la orilla para volver. No quiere avanzar más, pero ya es tarde para regersar”. Ezra Koening está triste. Al líder de Vampire Weekend no le basta con que el tercer largo de su banda, Modern vampires of the city, haya sido número en EE.UU, despachando 134.000 copias...

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“Me siento como ese tipo que empieza a nadar rumbo a una isla y, a medio camino, comienza a arrepentirse de su decisión. Entonces, mira atrás y se da cuenta de que está demasiado lejos de la orilla para volver. No quiere avanzar más, pero ya es tarde para regersar”. Ezra Koening está triste. Al líder de Vampire Weekend no le basta con que el tercer largo de su banda, Modern vampires of the city, haya sido número en EE.UU, despachando 134.000 copias durante la primera semana y el disco sea firme candidato a álbum de 2013. De hecho, todo esto parece hoy, horas antes de actuar en el festival DCode en Madrid, sobrarle.

Han pasado solo seis años desde que la banda neoyorquina irrumpiera en el panorama indie con la imposible intención de recuperar para la muchachada moderna los preceptos sobre los que Paul Simon levantó Graceland. Lo que parecía una boutade se convirtió en tendencia global. Hoy, el cuarteto ha logrado reinventarse sin traicionarse. Siempre parecieron los más listos de la clase y, para muchos, también los más pijos.

Y si la depresión es un lujo para ricos y una dolencia de inteligentes, Koening acaba de llegar a la orilla. “No sé qué voy a hacer en 2014, la verdad”, sigue meditando al respecto de su condición, que es un lujo y cualquier queja al respecto podría parecer un insulto, pero el neoyorquino es capaz de argumentar su desazón con tanta lucidez que hace que cualquier meditación previa al respecto del lado oscuro de pertenecer a una banda de éxito suene hueca e impostada.

“Este sistema de disco, gira, disco, gira no es sostenible. Me siento bastante desubicado, pero no quiero que mis compañeros acaben cargando conmigo, y eso es algo que van a hacer tanto si sigo otro año igual que este, pues hoy es un coñazo cargar conmigo, como si propongo que nos tomemos un descanso: ellos creo que no se sienten como yo”.

Ezra sorbe de su botella de agua y dibuja una mueca. “¿Estoy sonando demasiado dramático? No sé, creo que somos poco sinceros en las entrevistas y que, cuando ahora me preguntes sobre qué espero del concierto de esta noche, lo normal es que te responda sobre lo emocionado que estoy. Pero ya no me apetece. Esta noche puede salir bien o salir regular, nunca mal, pero no por voluntarismo, sino porque hemos tocado demasiadas veces como para hacerlo mal”.

La noche salió perfecta. Hasta 2013, todo en la historia de Vampire Weekend ha salido perfecto.

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