Cuidar el pueblo para cuidar la casa
FOTO: MIguel de Guzmán/Imagen Subliminal
En un paraje rural
típicamente montañés, “hoy bastante deformado por las desacertadas
intervenciones en los edificios mas próximos”, cuenta el arquitecto Carlos de
Riaño que decidió cuidar el pueblo de Liérganes para cuidar mejor la vivienda
que le habían encargado restaurar.
Uno de los pabellones, de
planta cuadrada y dos alturas, funciona como garaje y bi...
FOTO: MIguel de Guzmán/Imagen Subliminal
En un paraje rural típicamente montañés, “hoy bastante deformado por las desacertadas intervenciones en los edificios mas próximos”, cuenta el arquitecto Carlos de Riaño que decidió cuidar el pueblo de Liérganes para cuidar mejor la vivienda que le habían encargado restaurar.
Uno de los pabellones, de planta cuadrada y dos alturas, funciona como garaje y biblioteca, y otro, opuesto, de planta rectangular y dos plantas, oculta las instalaciones, una bodega y dormitorios de invitados.
La idea de dividir la vivienda en varios volúmenes independientes tiene que ver con el pueblo y, por lo tanto, con el marco donde se ha construido la casa. Riaño desestimó la ampliación del volumen de la edificación principal para lograr un menor impacto en el entorno. Por eso hoy las tres dependencias, unidas por puentes, forman un pequeño complejo frecuente en la arquitectura tradicional de la zona, que por eso actualizan.
Desde la calle se llega a una corralada, formada por la construcción existente y el pabellón garaje/biblioteca. La separación entre estos dos edificios está cubierta y funciona como mirador ante la panorámica de la “Peña Pelada”. Los dos pabellones se cierran con sillares de piedra arenisca. Sus cubiertas, a una y dos aguas, están acabadas con losas regulares de piedra. “Así lo estaban, antes de un consentido expolio, las cabañas pasiegas situadas en la ladera próxima, a unos cientos de metros”, explica, con menos nostalgia que asombro, el arquitecto.
Precio, según arquitectos: 900 euros por metro cuadrado.