EL ACENTO

El corazón del libro

Pese a los malos augurios, los editores reunidos en Fráncfort constatan la buena salud del sector

Marcos Balfagón

Fráncfort es el termómetro mundial del libro. Si tiene fiebre y es dañina, se sabe en la feria más grande del negocio del libro. Y si se recupera, es también en la Buchmesse donde se constata. Por lo que se ha visto allí, la fiebre no ha tumbado al enfermo, al contrario. Los editores de papel, pese al cúmulo de malos augurios, no se sienten vencidos porque ahora reman con los dos formatos, el digital y el impreso, tratando de adaptarse a uno sin olvidar que el otro es aún el que les garantiza negocio. El corazón del libro late.

Por el clima que se observaba en los pasillos de los hotele...

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Fráncfort es el termómetro mundial del libro. Si tiene fiebre y es dañina, se sabe en la feria más grande del negocio del libro. Y si se recupera, es también en la Buchmesse donde se constata. Por lo que se ha visto allí, la fiebre no ha tumbado al enfermo, al contrario. Los editores de papel, pese al cúmulo de malos augurios, no se sienten vencidos porque ahora reman con los dos formatos, el digital y el impreso, tratando de adaptarse a uno sin olvidar que el otro es aún el que les garantiza negocio. El corazón del libro late.

Por el clima que se observaba en los pasillos de los hoteles que acogen a los editores y a los agentes, se diría que el sector goza de una razonable buena salud. Los salones estaban abarrotados, las citas eran incesantes y la actividad de las agentes literarias parecía frenética. En la propia sede de la feria, el juego de escaleras transitadas por editores no podía ser tenido por un súbito mal de san Vito que les hubiera sobrevenido. Y es que, a pesar de que ahora mucha parte de ese negocio se hace de manera virtual y no espera a Fráncfort, el mundo editorial se sigue moviendo así, a partir del contacto personal.

¿Qué ha cambiado? Más bien, qué va a cambiar: se ha dicho en Fráncfort algo que lleva diciéndose allí al menos desde 1996, cuando empezó la feria a moverse a partir de la existencia del e-book: habrá menos libros de papel, pero serán mejores.

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Los grandes grupos serán más chicos, y, por tanto, el cambio dejará fuera del sector a profesionales que ahora aún tienen ahí su sitio; proliferarán pequeñas editoriales centradas principalmente en libros impresos en papel, y los libros de referencia (diccionarios, enciclopedias, etcétera) estarán todos en formato digital. No es una adivinanza, ya es así, o ya va siendo así.

Y en medio, un fenómeno nuevo que crece y despierta tanta curiosidad como recelo: la autoedición. Cuenta ya con centenares de miles títulos publicados, la mayor parte de autores que aspiran a ser publicados en papel.

Una realidad que inquieta a algunos editores, porque cuestiona su principal función, la selección, y añade ruido al ya saturado mercado. Pero también un mundo plagado de oportunidades. Lo que está claro es que el libro se mueve, aunque aligerando su peso, lo que según los expertos no es malo para su corazón. Todavía.

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