Cartas al director

La retórica de Fabian Picardo

Parece que los ancestros del ministro de Gibraltar conocían la antigua canción que reza “Soñé que el fuego se helaba, soñé que la nieve ardía y por soñar imposibles…”. Este llanitopiensa que es más factible que se hiele el infierno a que él se vea obligado por el Gobierno británico a deshacer el entuerto cometido arrojando al mar los bloques de hormigón que impiden la pesca a los españoles y, de paso, van poniendo la base para ganarle terreno al mar y agrandar su roca basándose en la política de hechos consumados.

Y no le falta razón por lo que se refiere al Gobierno de Reino ...

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Parece que los ancestros del ministro de Gibraltar conocían la antigua canción que reza “Soñé que el fuego se helaba, soñé que la nieve ardía y por soñar imposibles…”. Este llanitopiensa que es más factible que se hiele el infierno a que él se vea obligado por el Gobierno británico a deshacer el entuerto cometido arrojando al mar los bloques de hormigón que impiden la pesca a los españoles y, de paso, van poniendo la base para ganarle terreno al mar y agrandar su roca basándose en la política de hechos consumados.

Y no le falta razón por lo que se refiere al Gobierno de Reino Unido. No se han atrevido nunca —y menos ahora— a llevarles la contraria. Hay demasiados intereses en juego. Londres —la City, la metrópoli bancaria europea— se beneficia de las operaciones financieras de su colonia, de las cuentas en este paraíso fiscal, nido también del contrabando, pues son mercancías que se exportan desde la isla dejando a sus hombres de negocio pingües beneficios.

Ante esta situación insostenible, no cabe más postura que la que, por fin, parece va a poner en práctica nuestro Gobierno: prudencia, educación, intento de negociar con las autoridades británicas (nuestros colegas europeos) y al mismo tiempo firmeza en la frontera, intentando perjudicar lo mínimo a nuestros trabajadores, incluso haciendo un esfuerzo adicional por crear puestos de trabajo en esta depreciada zona (como ha ocurrido al abrir nuevos caladeros) y vigilando sobre todo a los “vivillos” —también a los muchos españoles— que a la sombra del Peñón se crean una economía sumergida a costa del erario de España, ya sea con el estraperlo, ya con la venta de género que necesitan para su desarrollo. Véanse los controvertidos negocios con materiales de construcción, arena, etcétera, que tanto están dando que hablar.

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Si el Ministerio de Exteriores es consecuente con esta política, es posible que las amenazas de Picardo se conviertan para él en un sueño imposible, en una pesadilla.— Angela M. Morón Ramos.

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