Cartas al director

El síndrome del dragón

Día sí, día también, los medios de comunicación hablan de Bárcenas y de Blesa, siguen con el caso Nóos, con los ERE de Andalucía que son una maraña, y a veces nos recuerdan el caso Palau. Todo ello me lleva a pensar en Smaug, el dragón de El hobbit,que arrasa y lleva la destrucción y la desgracia allá por donde pasa, con el único afán de acumular tesoros, tesoros que no puede disfrutar porque los ha de proteger y conservar. En realidad la posesión posee a su poseedor. Este destruye reinos y ciudades, aquellos la dignidad y la honorabilidad de quien osa inter...

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Día sí, día también, los medios de comunicación hablan de Bárcenas y de Blesa, siguen con el caso Nóos, con los ERE de Andalucía que son una maraña, y a veces nos recuerdan el caso Palau. Todo ello me lleva a pensar en Smaug, el dragón de El hobbit,que arrasa y lleva la destrucción y la desgracia allá por donde pasa, con el único afán de acumular tesoros, tesoros que no puede disfrutar porque los ha de proteger y conservar. En realidad la posesión posee a su poseedor. Este destruye reinos y ciudades, aquellos la dignidad y la honorabilidad de quien osa interponérsele, y ambos ignoran la necesidad y los derechos de los legítimos dueños a quienes, con indiferencia, dan la espalda.

Los que no son noticia son los insignificantes Bilbo que se olvidan de la comodidad de quedarse en el hogar y emprenden la aventura de ayudar a quien los necesita, sin hacer ruido y pasando desapercibidos.

Puede que siempre haya Smaugs, pero todos llevamos un Bilbo dentro y su aventura también puede ser la nuestra.— María Pilar Fargas.

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